LA CLAVE

La misión de la amnistía

La fuerza de la campaña por la amnistía no reside en si esta es materializable o ilusoria, sino en su potencial emocional justo cuando el independentismo muestra síntomas de fatiga, en la calle y en las encuestas

Manifestantes de la Diada, en la plaza de Espanya.

Manifestantes de la Diada, en la plaza de Espanya. / periodico

LUIS MAURI

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Estaba cantado. La demanda de amnistía en respuesta a las previsibles condenas del juicio del 1-O se abre paso como el nuevo comodín táctico de la retórica nacionalista. El nuevo hit del 'procés'hit. Comenzó predicándolo el exdiputado republicano Joan Tardà, acaba de ser bendecido por el consejo político de la CUP y mañana será un clamor unánime en las filas independentistas.

La última amnistía concedida en España fue la de 1977, tras la larga noche de la dictadura. A diferencia del indulto, que perdona total o parcialmente el cumplimiento de la pena pero no exime de la culpa, la amnistía anula el delito, declara inexistente la culpa. Un año después, la Constitución de 1978 prohibió la concesión de indultos con carácter general, es decir, los que no se aplican individualmente, caso por caso, sino que afectan a un colectivo de personas. Como medida de gracia, el indulto general presenta similitudes con la amnistía, pero la Carta Magna no se refiere a esta de manera expresa.

La amnistía, pues, no está vetada por la Constitución. Sobre el papel, el Congreso podría legislar en este sentido, en el más que improbable caso de que la mayoría parlamentaria impulsara la gracia. Aun así, el ensamblaje de la amnistía en la arquitectura legal de un Estado democrático es un concepto jurídico controvertible: supondría de hecho la derogación de la ley penal del Estado de derecho, algo así como una recodificación de la propia democracia.

Un estado de la mente

Los puntos jurídicos y políticos que anticipan la inviabilidad de la demanda de amnistía son irrelevantes para el cálculo independentista. La fuerza de la idea no reside en si esta es materializable o ilusoria (como en el resto del arsenal argumental nacionalista), sino en su indudable y enorme capacidad de engendrar una emoción colectiva. Una recreación mística de la lucha contra la dictadura. Un estado de la mente.

Este es el rendimiento que los creadores de la idea esperan de ella. Un nuevo impulso político cuando la movilización independentista muestra síntomas de fatiga y desengaño, en la calle y en las encuestas. Esta es la auténtica misión de la demanda de amnistía.