La escuela es la vida

Esta semana lo hemos vuelto a experimentar. La vida no vuelve a la normalidad hasta que no empiezan las escuelas. Los horarios se ordenan, vuelven las rutinas, aumenta el tráfico, las calles retoman la plena actividad, la televisión recupera sus parrillas. Esta percepción debería concienciarnos de la centralidad que tiene la escuela en nuestras vidas, las miremos individualmente o comunitariamente. La escuela proporciona conocimientos pero también hábitos, estilos de relación y de convivencia, amigos para toda la vida y los primeros sellos en nuestra memoria. La escuela es la vida. EL PERIODICO ha puesto esta semana en la agenda un tema mayor: ¿Deben prohibirse los teléfonos móviles en las escuelas? En la encuesta del Gesop, un 86% de la población se mostró partidaria de sacarlos de las aulas. Francia lo hizo hace un año. Algunos expertos, y en Catalunya el departamento de Educación, son partidarios de aceptar su uso pero dando una capa de pensamiento crítico por encima y potenciando las buenas prácticas con estos dispositivos. Lo cierto es que, digamos lo que digamos, muchos padres y madres son los primeros en introducir el móvil en la vida de sus hijos. Los más imprudentes, para entretenerlos en los restaurantes o cuando se despiertan pronto, y los más sufridores para controlarlos en la primera adolescencia cuando dan sus primeros pinitos yendo solos a las extraescolares o saliendo con sus amigos. 

La escuela es la vida y no puede vivir al margen del resto de la sociedad. Karl Popper acusó en su momento a Platón de imponer en nuestra tradición filosófica y moral la idea de que el cambio siempre es una fuente de corrupción del alma humana. Ciertamente, esta idea impregna muchos debates sobre la tecnología. Tendemos a pensar que todo aquello que se inventó cuando ya habíamos nacido es necesariamente malo. Lo utilizamos intensamente pero, cuando nos preguntan, lo maldecimos. Ahora nos pasa con el móvil. Antes pasó con la televisión o con la radio, que hoy son instrumentos de uso común en las escuelas. No las alejemos de la vida, porque entonces no formarán a los jóvenes para vivirla.