Los nuevos partidos y la Constitución

Vox, Podemos y Ciudadanos: tres miradas a la Transición

Las posiciones antagónicas sobre el modelo de Estado impiden crear una eventual mayoría de dos tercios del Congreso para ejecutar una reforma de la Carta Magna

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Xavier Casals

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La irrupción de Vox ha supuesto también la de una revisión crítica de la Transición (1975-1982), que se suma a las que encarnan Podemos y Ciudadanos (Cs). Estas tres opciones plasman otras tantas visiones del tránsito de la dictadura a la democracia y del sistema político que tal proceso alumbró: la positiva (Cs), la negativa (Podemos) y la que cuestiona sobre todo las autonomías como error y quiere rectificarlo con la recentralización del Estado (Vox). Tales posiciones reflejan cómo 40 años después de la sanción de la Constitución (diciembre de 1978) las nuevas generaciones miran el pasado con ópticas distintas, pues más del 60% del censo electoral actual no la pudo votar cuando se refrendó. Y no por azar, los líderes de estos partidos nacieron prácticamente con ella: Pablo Iglesias lo hizo en 1978, Albert Rivera en 1979 y Santiago Abascal en 1976. Así las cosas, ¿cuáles son sus miradas del pasado reciente y sus implicaciones?

'El régimen del 78': apocalípticos e integrados

Rivera reivindica la Transición como un éxito y quiere presentarse como el heredero de sus hacedores, con admiración compartida hacia Adolfo Suárez y Felipe González, a los que considera “hombres de Estado”. Así, se siente "cómodo con lo que se hizo en la Transición española para bien y para mal" y se pronuncia por un "sí a la Transición y condena absoluta a la dictadura". A la vez, defiende que C’s “es el único partido que puede liderar la segunda Transición que necesita España”, definida como una reforma con cinco ejes: los derechos sociales, la democracia, la separación de poderes, Europa y una mayor eficacia y lealtad en la organización territorial. En este último ámbito, C's denuncia el “abuso de los nacionalismos” y cree que “los derechos no son de los territorios sino de los ciudadanos”. Recordemos en tal sentido que los promotores de este partido querían “poner fin al monopolio nacionalista [catalán] del espacio público”.

En cambio, Iglesias impugna la Transición y el sistema político que originó ("el régimen del 78"). Considera que la primera no supuso un cambio de las relaciones de poder del franquismo: "El poder económico, los aparatos del Estado y la dirección de los mecanismos institucionales continuaron en las mismas manos". Por tanto, estima necesario abrir "un proceso constituyente" y "restablecer" una democracia "secuestrada" por los poderes económicos y un régimen corrupto "que se derrumba", de los que la Carta Magna es “un candado”. De ahí que Podemos preconice como alternativa un régimen republicano, que asocia a una concepción plurinacional del Estado e incluye un eventual referéndum sobre la secesión de Cataluña.

Vox no encarna a priori un rechazo global a la Transición ni al “régimen del 78”, pero para Abascal ahora “la soberanía está en manos de los partidos” y “no hay una democracia plena sino una partitocracia”, a la par que rechaza el Estado autonómico. Afirma que este hace desiguales en derechos a los ciudadanos y denuncia la “influencia gigantesca” de los nacionalistas periféricos en las Cortes. Por tanto, reclama una reforma constitucional para crear “un Estado unitario, viable y nacional”, mientras sostiene que “España, su soberanía y su unidad están por encima de la monarquía, de la república, de la Constitución y de la democracia”. Tal idea dota de gran ambigüedad ideológica a Vox, ya que de ella se desprende que si el partido juzgara que la Corona o a la democracia atentan contra la nación española podría rechazarlos. No sorprende, pues, que Abascal se defina como “ni liberal ni conservador: soy de Vox”.

La reforma imposible

Estos tres partidos evidencian los efectos contradictorios del desarrollo autonómico. Por una parte, manifiestan como ha estimulado un nacionalismo español desacomplejado cuyos focos emisores han sido Catalunya, con Cs, y el País Vasco, con Vox y –recordemos- Unión, Progreso y Democracia (UPyD). Por otra parte, ha impulsado la difusión de una visión plurinacional del Estado (Podemos). Tal situación hace que la reforma constitucional a la que se alude como remedio a los problemas actuales sea hoy una entelequia, al existir posiciones antagónicas sobre el modelo de Estado que impiden crear una eventual mayoría de dos tercios del Congreso para ejecutarla.

En definitiva, la emergencia de Cs, Podemos y Vox refleja una paradoja: cómo el ansia de una ciudadanía crecida y formada en democracia para cambiar la Carta Magna y adaptarla a sus exigencias es impracticable por posiciones irreconciliables que bloquean todo empeño en esta dirección.

Historiador. Profesor de la Facultad de Comunicació Blanquerna-URL