La hoguera

Hartos de otoños calientes

Ahora lo político es personal. No es una diferencia sutil. Rompemos amistades, tensamos matrimonios y liquidamos cortesías

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Juan Soto Ivars

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Se anuncia otro otoño caliente en la política mundial. A los del periódico se nos está poniendo cara de Bill Murray en el día de la marmota. Esto de los otoños calientes, ¿será otra consecuencia del cambio climático? A Catalunya llega el huracán de la sentencia, que se prevé lo bastante poderoso como para agitar las 'estelades' hasta deshilacharlas. En Reino Unido el 'brexit' -que alimenta el mismo viento intransigente del 'procés'- promete seguir alborotando el pelo de Boris Johnson, eyectando los sombreros de lores y comunes, y haciendo tambalear la pesada corona de la reina. En España se repetirán las elecciones generales y se anuncia sequía. PSOE y Podemos harán lo posible por crispar mientras las derechas granizan.

Se anuncia otro otoño caliente en Francia, con huelgas masivas por los recortes, mientras Argentina se inunda de miseria; otro en Israel, con las elecciones amenazando a todo su vecindario, mientras Salvini prepara su venganza en Italia. Y todos sabemos que no podemos contar con Donald Trump en lo que se refiere a enfriar la política internacional, de manera que los otoños flamígeros, tensos y desapacibles estarán por todas partes.

Pues bien. Todos los otoños calientes tienen una cosa en común: la política, como las aguas crecidas de un río, penetrando en casa hasta la cocina, si tenemos en cuenta a los veganos. Hasta el dormitorio: ¿o en su pareja no se ha convertido la discusión sobre feminismo en una fuente de tensión?

Los más viejos del lugar mencionan inviernos en los que nevaba y los más jóvenes tuercen el gesto con incredulidad. Pasa lo mismo con la politización: ¿recordáis cuando no sabíais de qué pie cojeaban vuestros vecinos? Mayo del 68 anunció que lo personal es político pero hemos pervertido la máxima: ahora lo político es personal. No es una diferencia sutil. Rompemos amistades, tensamos matrimonios y liquidamos cortesías. La politización es como la cocaína: detestamos su aceleración tanto como nos engancha. “I don't like the drugs but the drugs like me”, cantaba Marilyn Manson.