Al contrataque
Una vez al año
No creo que el turismo llegue nunca a llenar nuestros teatros. La clave está en nosotros. En la curiosidad. En el placer de la primera vez. Y en el de repetir y repetir
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
Josep Maria Pou
Los teatros de Barcelona han levantado ya el telón de una nueva temporada. La cuenta de resultados de la anterior ofrece un saldo positivo en cuanto al aumento de espectáculos y de espectadores. Vamos bien. La experiencia nos dice que estos flujos y reflujos responden siempre a la coyuntura de alguna oferta en concreto. Las temporadas que contienen uno o más musicales de gran formato aumentan recaudación y ocupación. Lo ideal, pues, para superar esa barrera de los 2.500.000 de espectadores (miles más, miles menos) por temporada, sería una mayor oferta de musicales con capacidad de atraer a mucho público.
Oigo decir que ese público no cuenta porque no es público fiel al teatro, que no es público de afición sino de aluvión, público que acude solo al acontecimiento, público de una vez al año. ¿Y qué? Una vez al año no hace daño. Y menos si da gusto y anima a repetir. Solo con que el 10% de ese público de excepción sintiera luego la curiosidad (ya no digo necesidad) de volver al teatro y de probar con un espectáculo de los llamados “de texto” en otras salas más íntimas y en las que se encontrara con historias menos vistosas pero bastante más cercanas, ya me daría por contento. “Sumar o no sumar”, esa es la cuestión de la que no habló Shakespeare pero que, estoy seguro, tenía muy en cuenta (como autor y empresario que era) mientras escribía su famoso “ser o no ser”.
Las ciudades cuyos teatros alcanzan cifras mareantes de espectadores son aquellas que cuentan con una gran bolsa de turistas. Nueva York y Londres (Broadway y el West End) tienen esa fortuna. El teatro es uno de sus atractivos y produce efecto llamada. En Madrid sucede algo parecido, aunque en menor escala. No me parece, en cambio, que el turismo que inunda la Ciudad Condal tenga el menor interés por nuestro teatro. Creo, por lo que veo y leo, que el grueso de visitantes se divide en dos bloques: los de juerga con sangría (en el mejor sentido de la expresión) de pie y en chiringuito, y los de restaurante con estrellas y Cabify a la puerta. Los del caminar barato y los de las compras caras. Con una sola cosa en común: Gaudí.
No, no creo que el turismo llegue nunca a llenar nuestros teatros. La clave está en nosotros. En la curiosidad. En el placer de la primera vez. Y en el de repetir y repetir. ¿Por qué no probar, pues, ahora mismo, hoy, esta misma tarde o noche? Puede que sea el comienzo de una hermosa amistad.
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