Opinión | Editorial
El Periódico
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Proteger la identidad del alumnado
La falta de recursos dificulta a la escuela catalana desarrollar y mantener sus propias plataformas seguras
La identidad se ha convertido en el bien más preciado en la era digital, y los datos personales, la nueva y perseguida materia prima de los negocios. Acceder a ellos es tener la llave de entrada a la vida particular de los ciudadanos. La protección es necesaria. Cuando hablamos de la infancia, aún más obligada. Su cuidado corresponde a la familia, pero también a la escuela.
Prohibir los móviles en las aulas es una de las medidas que la mitad de las escuelas catalanas han adoptado para el nuevo curso que acaba de empezar. Pero el peligro excede al uso adecuado o inadecuado, controlado o sin restricciones, de los dispositivos de uso individual y se puede encontrar en la propia red del colegio. El Consell Escolar advierte de la necesidad de proteger a los menores en entornos 'on line', cuando se trabaja con programas informáticos propiedad de multinacionales como Google o Dropbox y no se toman las medidas precisas de protección. Cabe recordar que, durante años, Google ha permitido que empresas y desarrolladores lean el contenido de los correos electrónicos de su gestor, Gmail, para que pudiera adecuarse la publicidad a los intereses de sus usuarios. La intemperie es real. Y resulta inquietante imaginar lo que puede ocurrir ante un acto tan mínimo como que un alumno envíe una fotografía delicada a través del Gmail escolar.
A pesar de que el ‘conseller’ Josep Bargalló niega que el Departament d’Educació tenga convenio alguno con empresas tecnológicas, algunos sindicatos como USTEC-STECs denuncian el desembarco de dichas multinacionales en la escuela pública, ofreciendo servicios tanto a alumnos como profesores. La gratuidad es la clave de su implementación, aún más ante la escasez de recursos que dificulta desarrollar programas propios en la escuela catalana. Aunque el problema no es exclusivo de esta, ni tampoco nuevo. Durante los últimos años, desde Australia a EEUU ha habido denuncias y preocupación por las herramientas de Google y la intemperie que generan en los menores, también ante posibles depredadores sexuales.
Desarrollar un código ético del uso educativo de los datos, considerar otros programas que garanticen la seguridad, restringir el uso de teléfonos y desarrollar campañas de información tanto a profesorado, alumnado y familias son pasos a considerar para la protección de los menores. Y no está de más recordar que los hijos de los gurús digitales de Silicon Valley se educan en colegios sin móviles, tabletas ni ordenadores.
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