Análisis

¿Y si no todo va a ser eléctrico?

Tenemos tiempo para compartir aún muchos retos para la transición energética

Un hombre observa un coche eléctrico del modelo Leaf, de Nissan, en la fábrica de la compañía en Oppama (Japón).

Un hombre observa un coche eléctrico del modelo Leaf, de Nissan, en la fábrica de la compañía en Oppama (Japón). / cb

Julián Arenas

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Digamos que existe un acuerdo tácito entre todas las partes para asumir el término transición energética como un hecho. Sí o sí vamos hacia una transición energética en aspectos como la distribución, la producción y el consumo de la energía, pero no está claro que la energía de nuestra movilidad sea únicamente eléctrica, entre otras cosas porque hoy por hoy no podemos asumir el suministro eléctrico a los 30 millones de vehículos que existen en España y que si cargaran simultáneamente necesitarían una capacidad de generación eléctrica nocturna de 90.000 MW (hoy la media está cerca de los 20.000 MW durante la noche).

Pero el verdadero obstáculo es que el vehículo eléctrico no resuelve las soluciones que requieren algunos importantes sectores vinculados a la movilidad como, los transportistas de largo recorrido, o los viajes de media distancia.

Por otro lado, un reciente estudio de la consultora francesa Capgemini indica que los factores que más preocupan a los ciudadanos en relación a la compra de vehículos eléctricos son la autonomía (para el 81%), la disponibilidad de estaciones de carga (80%), la vida útil de la batería (77%) y la velocidad de carga (75%).

Pero sin duda esos van a ser retos que se irán superando camino de ese escenario de mundo verde para un horizonte 2045. La cuestión debe ser otra ¿nuestro compromiso con el planeta debe situar la movilidad sobre el único eje de la electrificación total o esta puede convivir con otras fuentes energéticas que también son limpias como el GNL, el hidrógeno, e incluso combustibles fósiles bien procesados? Está claro que al concepto de transición energética le quedan muchos espacios por llenar y por resolver.

Quizás estamos avanzando en definir como quisiéramos el tejado de la casa y nos olvidamos de cómo va a ser el edificio. El debate actual no debería centrarse tanto en el modelo de vehículo, sino en el modelo de movilidad que queremos, especialmente para las ciudades, teniendo en cuenta que en el 2050 las previsiones indican que vamos a pasarnos 106 horas/año atrapados en atascos urbanos y que más de las dos terceras partes de la población mundial residirá en grandes urbes. No tendría ningún sentido que nuestro compromiso medioambiental se limitase a qué energía mueve nuestros coches y olvidásemos si realmente necesitamos coches para movernos o no, como mínimo en las grandes ciudades, y que medidas tomamos para reducir la siniestralidad en carretera y aumentar la seguridad de pasajeros y peatones.

Hasta ahora hemos demostrado mucha prisa para que nos digan qué coche debemos comprar pensando en el futuro y nos hemos relajado ante las cuestiones verdaderas que nos deberían preocupar. Sector público, sector privado y ciudadanía aún tienen demasiados flecos por resolver y ello no priva que nos alegremos por el incremento de ventas de coches eléctricos, aunque estos sigan significando un porcentaje mínimo sobre el parque móvil nacional. Tenemos tiempo para compartir aún muchos retos y soluciones.