Desigualdad

Mujeres, carreras y ciencia

El escaso porcentaje de alumnas en los estudios científicos es un problema que se gesta mucho antes de escoger carrera

Científica en un laboratorio.

Científica en un laboratorio. / periodico

Marta Roqueta

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Una de las medidas más polémicas del programa que el PSOE propuso a Podemos para cerrar un acuerdo de investidura fue la gratuidad de la primera matrícula universitaria en los estudios científicos y tecnológicos para las estudiantes, en caso de que la carrera elegida contara con menos del 30% de alumnas.

La propuesta no es más que un parche de última hora a un problema que se gesta mucho antes de escoger carrera, a menudo en las aulas y los libros de texto. Un informe de la OCDE, del 2015, observaba que la formulación de los ejercicios científicos y matemáticos en clase influía en el rendimiento de las alumnas.

Elevar la autoestima

Así, las chicas mejoraban resultados cuando trabajaban en problemas similares a los explicados en clase. En cambio, las notas bajaban cuando se les pedía trasladar estas habilidades más allá de lo pautado por los ejercicios. El informe apuntaba a una falta de confianza de las estudiantes en relación a disciplinas como las matemáticas, incluso si sacaban muy buenas notas. Para la OCDE ello no era baladí, al considerar que cuando los estudiantes tienen más confianza en sí mismos, se dan más libertad para involucrarse en procesos de prueba y error, fundamentales para adquirir conocimiento matemático y científico. En consecuencia, recomendaba a profesorado y progenitores incentivar la autoestima de las estudiantes.

Otra medida con bastante consenso es que las alumnas conozcan la obra de científicas y las tengan como mentoras. Una de ellas, la ingeniera informática Nerea Luis, apunta que muchas estudiantes ven poca utilidad social a las disciplinas científicas y tecnológicas, y que hay que abandonar el modelo de emprendedor tecnológico que encarnan Mark Zuckerberg Elon Musk. En cambio, varios estudios descartan la efectividad de campañas como la de la UE en el 2012, que mostraba a científicas con pintalabios y mucho brilli-brilli. La exigencia de ser buena científica y a la vez encajar con los cánones tradicionales de la feminidad sumaba presión a las alumnas.