El Onze de Setembre

Hacia la Diada del 2020

El objetivo debería ser recuperar la unidad de los catalanes, no solo de los independentistas

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Joan Tapia

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Como otros 11 de septiembre ha habido decenas de miles de manifestantes reclamando un Estado propio. Son menos que otros años (la Guardia Urbana dice 600.000), pero son muchos. Y persistentes. Los países no se determinan a golpe de grandes manifestaciones (sean más o menos numerosas) sino por la voluntad popular expresada en elecciones y a través de las instituciones democráticas conformadas por las leyes. Pero 600.000 son muchos. Indican que Catalunya y España tienen una asignatura pendiente que daña el progreso y el bienestar social.

La recepción de los partidos españoles a demandas catalanas -como el Estatut- no fue la adecuada. En aquel caso todo lo contrario. Pero el soberanismo -dos años después de los hechos del 2017- será ciego y no servirá los intereses de Catalunya si no asume las realidades. La primera, que afirmar que el 47% de los catalanes (el voto de las dos últimas elecciones) representa la voluntad de Catalunya es falso y solo sostenible en un momento de gran excitación. El segundo, que dos años después de aquella declaración unilateral 'interruptus', Catalunya no solo no es independiente ni tiene más autogobierno, sino que hay dirigentes independentistas encarcelados a la espera de la sentencia del Supremo. En algo tuvieron que errar.

Govern dividido

Además, el gobierno del 'president' Torra está fraccionado entre el puigdemontismo, exconvergentes diversos y los republicanos, opera sin presupuestos desde el 2017 y lo único que mantiene la unidad es el poder y la necesidad de una respuesta a la próxima sentencia. Y el independentismo da muestras de incoherencia. Posiciones de la ANC y de los CDR que deslegitiman a Torra no precisan comentarios.

Lo extraño es que lo que mantiene al Govern -la reacción a la sentencia del Supremo- es al mismo tiempo lo que divide a los partidos y a otros actores del 'procés'. Unos creen que no renunciar al objetivo final exige tanto un mayor apoyo electoral como gestionar el día a día y negociar con Madrid. Y piensan que tras que hable el Supremo se abre una nueva etapa en la que habrá que protestar con firmeza, pero también condicionar la gestión de las penas. Y ello implica otras elecciones y un nuevo 'president', menos iluminado, 'que toqui de peus a terra'.

Otros al contrario creen que tras la sentencia se darán las circunstancias para consumar la DUI del 2017. Es una fantasía que tendría graves consecuencias. Se entiende que el militante de base no renuncie a su sueño y olvide que España es socio de la UE que detesta crisis como la del 'brexit'. Pero esa no debe ser la actitud de políticos elegidos para gobernar, guste más o menos el mundo actual.

El soberanismo solo tendrá futuro si digiere la realidad. Y en este sentido hay que subrayar que en este diario tanto la socialista Meritxell Batet, presidenta del Congreso, como el exportavoz nacionalista Carles Campuzano han dicho que la Diada debería servir para recuperar la unidad de todos los catalanes, no solo de los independentistas. Este año no ha podido ser. Intentémoslo para el 2020.