La investidura

Practica el 'bloquing'

El egoísta 'bloquing' se impone porque es el comportamiento que todos los partidos achacan a los demás. Nadie bloquea, todos son bloqueados, en otro triunfo del victimismo universal

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Matías Vallés

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José Luis Ábalos efectuó la semana pasada una aportación léxica más valiosa que las 370 propuestas del PSOE ya caducadas, en «no tiene sentido que el fin del bipartidismo haya dado paso al 'bloquismo'». No hay desaparición sino ampliación del bipartidismo, pero la clave está en ese 'bloquismo' que ni siquiera está aceptado por la Academia, institución jerárquicamente inferior a un ministro. Y si el 'bloquismo' ni siquiera existe, la misma sensación de irrealidad afecta al panorama político en su conjunto. A falta de soluciones, el Gobierno en escasas funciones aporta conceptos. Alguien en La Moncloa ha leído a Fassbinder, predicando que «si no podemos resolverlo, estamos obligado cuando menos a describirlo».

Ábalos declara inaugurado el pantano del 'bloquismo', donde se estancan todos los cauces que conducían a un pacto de gobierno. Se llega así al 'bloquismo' continuo o 'bloquing', de estrategia ocasional a conducta obligatoria. Las excepciones a esta cultura de la incomunicación surgen de los partidos más inesperados, en tanto que el nacionalismo se percibe como la cumbre del aislamiento. Sin embargo, PNV y ERC se han erigido en apóstoles del desbloqueo, por comparación con el 'bloquing' ensimismado de la Derechísima Trinidad.

El 'bloquing' es tranquilizador por liberticida y constructivo porque levanta muros, pero también muy exigente. Un despiste o un momento de debilidad, y ya has pactado, como saben todas las personas que viven en pareja. El egoísta 'bloquing' se impone porque es el comportamiento que todos los partidos achacan a los demás. Nadie bloquea, todos son bloqueados, en otro triunfo del victimismo universal. Al incorporar el vocablo, Ábalos se alejaba de una confesión, lo utilizaba como reproche.

La fijación con el 'bloquing' ajeno equivale a un ajedrecista que denunciara a su rival porque «quiere matarme el rey», sin admitir la reciprocidad en el regicidio. Y una vez instaurado el régimen bloquista, ya solo queda determinar si las instituciones están bloqueadas o si dan sus últimas boqueadas.