MIRADOR
Pitágoras no ha servido
Valdría la pena que, en lugar de seguir tensando la cuerda, todo el mundo diera un paso atrás y asumiera que la armonía y el equilibrio pitagóricos son muy preferibles a sus contrarios
Eulàlia Vintró
Catedrática de la Universitat de Barcelona
Eulàlia Vintró
Transcurridos siete años después de la primera manifestación multitudinaria del Onze de Setembre de 2012 y a pocos días de la octava concentración que se celebrará en la plaza de Espanya (elección casual, o no), y en las seis calles que confluyen, es fácil constatar que se ha perdido la ilusión y el entusiasmo que caracterizaron no sólo la primera sino la mayoría de las últimas conmemoraciones de la Diada. Más allá de las opiniones políticas personales, nadie puede negar, muy al contrario, que sacar a la calle cientos de miles de personas de manera pacífica y alegre siete años seguidos ni es fácil ni hay ningún precedente.
Ahora bien, si la convocatoria se hubiera eliminado el año pasado, una vez completado el número siete pitagórico, y no nos encontráramos a las puertas de una octava convocatoria donde la ilusión, el entusiasmo y la alegría han dejado paso a la confrontación pública entre los partidos políticos independentistas, a la división entre las entidades sociales convocantes y a la perplejidad e incertidumbre de la mayoría de ciudadanos que año tras año ha asistido, si se hubiera eliminado, decía, no nos encontraríamos en la confusión actual.
En efecto, y sin que el orden de presentación implique nada en especial, en primer lugar, los dos grandes partidos independentistas, ERC y JxCat, ya no pueden disimular sus discrepancias estratégicas ni su histórica pugna por liderar el poder político, social e institucional catalán. En segundo lugar, las dos entidades sociales, ANC y Òmnium Cultural, que a menudo han aparecido junto a los dos partidos mencionados y han participado en los debates y decisiones gubernamentales alrededor del 1 de octubre del 2017, proponen para la próxima Diada dos concentraciones, una, conjunta por la tarde, y otra sólo Òmnium Cultural, por la mañana. En tercer lugar, el clima social, el empuje de la gente, la imaginación y la capacidad autoorganizativa popular están bajo mínimos, lo que no implica, necesariamente, que la asistencia sea mucho más baja pero sí que han mermado la confianza y las expectativas de los manifestantes.
El año 2017 todo el mundo anunciaba un otoño caliente y lo fue, pero no generó los cambios y las transformaciones políticas que algunos gobernantes irresponsables, o 'amateurs' como bien dijo Gabilondo, habían publicitado. Este año vuelve a haber previsiones pesimistas con la perspectiva de la sentencia del Tribunal Supremo, con la inestabilidad política en España y en Catalunya donde puede haber elecciones, con las consecuencias negativas para Europa del Brexit y con la previsible crisis económica mundial que perjudicará más los países que aún no han terminado de superar la anterior, como España.
Valdría la pena que, en lugar de seguir tensando la cuerda, todo el mundo diera un paso atrás y asumiera que la armonía y el equilibrio pitagóricos son muy preferibles a sus contrarios. Comienza una nueva fase y hay que cambiar los protagonistas y sus propuestas.
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