Análisis

Barcelona y la inseguridad: esconder el polvo bajo la manta

Podemos establecer una correlación entre el aumento del turismo y el aumento de los hurtos

Turistas en los alrededores de la Sagrada Família, a principios del mes pasado.

Turistas en los alrededores de la Sagrada Família, a principios del mes pasado. / periodico

Vicens Valentín

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El gobierno municipal de Barcelona tiene un problema político desde que Manuel Valls entrara en campaña en septiembre del 2018 blandiendo el tema que mejor rédito político le ha dado siempre: la inseguridad. Desde entonces los medios se han llenado de noticias sobre el insoportable nivel de inseguridad de la ciudad, reseñando con detalle todos los delictesque tienen lugar.

Los datos del Ómnibus Municipal de diciembre del 2018 convertían la inseguridad en la principal preocupación de la ciudadanía y en el último barómetro de junio del 2019 subía seis puntos respecto de la encuesta anterior.

En el sexenio 2013-2018 los delitos aumentaron un 22% y solo entre el 2017 y el 2018 crecieron un 15%. La mayoría, un 59,76%, son pequeños delitos y hurtos, y en los distritos del Eixample y Ciutat Vella despegan hasta el 79,94%. Las cifras provisionales sobre la inseguridad en el 2019 parece que no mejoran.

El negocio de la droga no se destruye

El nuevo gobierno municipal, justo seis días después de constituirse, anunciaba a los cuatro vientos el desmantelamiento de la mafia paquistaní que controlaba la venta de droga en el Raval, mediante una gran operación policial. Una vez más, promesas incumplidas. La hemeroteca demuestra que estos operativos trasladan el problema a otros barrios, confirmando lo que ya sabíamos, que el negocio de la droga, como la materia, no se destruye, se traslada.

En lugar de políticas preventivas, se proponen políticas reactivas: más agentes, más policía en la calle, más aspavientos y más comedia, fijando el foco de la política de seguridad en dos ejes: repatriar a los menores no acompañados y erradicar la venta ambulante, construyendo el viejo discurso reaccionario del miedo ciudadano a la inseguridad de hace dos décadas.

Ocupaciones mafiosas

Estas medidas no rebajarán el número de delitos mientras haya oferta, ni el tráfico de drogas a menos que baje la demanda. Ni impedirán las ocupaciones mafiosas de viviendas vacías, y mucho menos que niños y adolescentes huidos de la miseria se instalen en la ciudad. El discurso securitario resulta falaz, reaccionario y es absolutamente ineficiente. Son propuestas que nos acercan al recurso de la tolerancia cero del pasado, que no soluciona nada, pero incrementa el miedo ciudadano y la perspectiva de buenos resultados electorales.

Los datos, sin embargo, se solapan en un territorio y en una población concretas. Las tasas sobre criminalidad se calculan sobre la población de derecho, pero deberían tener en cuenta la población flotante o de hecho, y especialmente el turismo de carácter masivo, ya que en la ciudad, hemos pasado en 20 años de ocho a 20 millones de pernoctaciones turísticas, y en un periodo similar, de 600.000 a dos millones de cruceristas.

El turismo de masas y el proceso gentrificador que ha generado uno de los principales responsables de la presión inmobiliaria en los barrios y de las expulsiones de los vecinos de los hogares, del abandono de los edificios y de su transformación en HUTs y hoteles, y de las ocupaciones mafiosas (sin k) de los narcopisos, a veces con el beneplácito de la propiedad.

Visitantes ricos

Este modelo atrae a visitantes de alto poder adquisitivo que consume eventos, gastronomía, comercio, pero también alcohol, drogas y prostitución, y que los expone en el tiempo (horarios fijos) y en el espacio (barrios turistificados) a hurtos  y depredaciones.

Podemos establecer una correlación entre el incremento de turistas y cruceristas y el incremento, durante los últimos tres años, de los hurtos, especialmente en los barrios más turísticos, y se trata de una correlación mucho más factible que la de atribuir a menores y manteros la causa de la inseguridad en Barcelona.

La reforma de la Guardia Urbana de Barcelona de 2016 quedó obsoleta por la proliferación de ocupaciones (sin k) de viviendas por grupos mafiosos; por la falta de previsión de las administraciones responsables con los menas; por el efecto llamada del turismo sobre la delincuencia, y por la tolerancia con las mafias que lavan sus beneficios y dirigen sus negocios desde un hotel o de un barco amarrado en el Port Vell.

Instrumentos jurídicos

La respuesta policial tiene pocos efectos sobre la delincuencia. Lo hace patente la evolución de los datos estadísticos, donde se mantiene un volumen constante anual de delitos en la ciudad por encima de los 150.000 hechos penales conocidos, desde hace más de 10 años. Determinados instrumentos jurídicos (el encausamiento por multirreincidencia) no dejan de ser instrumentos reactivos que dependen de instancias judiciales y no de la voluntad de la policía.

Es obvio que se necesitan más recursos, pero que la situación actual tenga relación con el incremento de población flotante en la ciudad empieza a tener verosimilitud.