LA INVESTIDURA

Casino parlamentario

La obsesión de un presidencialismo tocado por la mano divina lleva a muchos líderes a jugar partidas de póker con los votos de los ciudadanos

Pedro Sánchez, el segundo día del debate de la investidura fallida, el pasado julio.

Pedro Sánchez, el segundo día del debate de la investidura fallida, el pasado julio. / periodico

Andreu Pujol Mas

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Ver demasiadas películas americanas ha hecho creer a muchos políticos de este lado del Atlántico que por el solo hecho de formar parte de la lista más votada ya tienen algún tipo de derecho adquirido. Pero en los sistemas parlamentarios estos derechos se obtienen, en caso de no haber conseguido una mayoría absoluta, siendo capaces de establecer alianzas a través de la negociación con otros grupos con los que puede haber puntos de encuentro.

Esta obsesión de un presidencialismo tocado por la mano divina lleva a muchos líderes políticos a tomarse la licencia de jugar partidas de póker con los votos de los ciudadanos. Mientras las juegan, amenazan con romper la baraja si el resto de participantes no se doblegan a su voluntad. Parece, aquí, que no haya ningún bien superior a preservar ni que los demás votantes tengan derecho a ser representados solo porque tal o pascual quedó primero en las urnas.

En Catalunya vimos esto hace pocos años atrás cuando, después de que la CUP se pasara toda la campaña anunciando que no investiría a Artur Mas, comenzó una cruzada brutal bajo el lema de 'Mas o març' -es decir, que si no investían a dicho candidato se acabaría concurriendo a elecciones durante el siguiente mes de marzo-. En ese caso, el electorado había decidido distribuir el independentismo de forma diversa, tal y como lo ha seguido haciendo últimamente, siendo aquella variedad la única y verdadera representación del independentismo y de la mayoría parlamentaria. Amenazar con una convocatoria de elecciones suponía dejar con el alma en vilo a cientos de miles de personas que apostaban por una causa común.

En el Parlamento estatal pasa actualmente un hecho similar. La falta de entendimiento entre socialistas y Podemos sitúa en un horizonte cercano una nueva convocatoria de elecciones. El fantasma de un posible futuro peor, en el que los designios de la derecha y la ultraderecha conducen las instituciones, es un buen pretexto para el inmovilismo y la paralización. Mirando las encuestas por el rabillo del ojo, se escenifica una voluntad de acuerdo solo para atribuir al otro todos los males del desacuerdo.

Aspiraciones ambiciosas

De las elecciones del 28 de abril del 2019 se desprenden muchas lecciones. Los votantes repartieron el voto de izquierda española entre dos partidos: el PSOE y Podemos. Los votantes también hicieron que en Catalunya ganara ERC como formación independentista y decidieron mantener viva la cuestión de la autodeterminación. El conjunto de los electores consideró que el tripartito de la derecha y la extrema derecha no debía ser capaz de articular una mayoría. Podríamos decir, pues, que el conjunto de aquellos que fueron llamados a las urnas dibujaron cambios ambiciosos en materia social, ambiental y territorial.

Por lo tanto, la victoria del PSOE y la presidencia inmediata de Pedro Sánchez no pueden ser la única lectura de la distribución de escaños resultante, sino que estas son múltiples. Sería bueno que se tuviera en cuenta antes de pasar del póker a la ruleta.