Catalunya y el 'procés'

Otoño tibio

Los políticos juegan con los límites y con las costuras, porque la posibilidad de que salten, se rompan o revienten es, hoy por hoy, improbable

Marea de 'estelades' en Barcelona, durante la Diada.

Marea de 'estelades' en Barcelona, durante la Diada. / periodico

Xavier Bru de Sala

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No sintiéndolo mucho por los arúspices de los otoños calientes, los atizadores del tsunami democrático y sus encarnizados oponentes, pese a la prevista dureza de la sentencia, el hambre insatisfecha de unidad, las manifestaciones más o menos masivas y la posible peor campaña electoral en decenios, tengo, como analista, el deber de vaticinar que el próximo otoño no pasará de tibio. La vida es ondulante. Después de las tensiones al límite vienen las distensiones, voluntarias o involuntarias, da igual.

Pero cuidado con los termómetros y otros instrumentos de medida trucados. Ya vamos viendo cómo las 'start ups' hacen caso omiso de la crisis de inseguridad de Barcelona, mucho más supuesta que real. A pesar de las percepciones interesadas y las sesgadas por inadvertencia, ni la temperatura política ni, mucho más importante, la social, se aproximan a algún punto cercano a la ebullición. Ni los irreductibles más conspicuos se atreven a afirmar que estemos a un paso de la cumbre. El independentismo es un gato escaldado que no huye de agua tibia pero se guarda de manipular los mandos de la inducción. Los que los querrían subir no saben cómo funcionan y los que saben por dónde andan más bien los quieren apaciguar a pesar de las apariencias y las declaraciones altisonantes. Temen a los grandes predadores que, más seguros y confiados de lo que hacen ver, vigilan tumbados, no agazapados y a punto de saltar, con medio ojo abierto por si acaso la presa vigilada se pasa de la raya.

Como sabían los piratas y los barcos de guerra que los perseguían sin darse mucha maña, nunca se puede descartar una explosión en la santabárbara. Pero no hay indicios, ningún indicio, de que vaya a producirse en este otoño ni en invierno próximo. Vivimos tiempos agitados, de visible inestabilidad dentro de una estabilidad de fondo mejor amarrada de lo que parece. Por eso los políticos, entre los que se encuentran quienes saben más de política, juegan con los límites y con las costuras, porque la posibilidad de que salten, se rompan o revienten es, hoy por hoy, improbable y en el mejor o peor de los casos, remota.