Análisis

Tradiciones inventadas

Con la victoria aliada en la segunda guerra mundial,el régimen franquista se apresuró a mudar de piel con el objetivo de sobrevivir

Las tropas aliadas desfilan por París tras la liberación de la capital francesa, el 26 de agosto de 1944.

Las tropas aliadas desfilan por París tras la liberación de la capital francesa, el 26 de agosto de 1944. / periodico

Diego Gaspar Celaya

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Uno de los mitos franquistas cuya historiografía se encargó de apuntalar durante décadas es el que presenta a su Generalísimo como un estadista imparcial que logró evitar la entrada de España en la segunda guerra mundial. No obstante, en la «hábil prudencia» de Franco que analiza Ángel Viñas en 'Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco' (Crítica), resultan escasas las dosis de estrategia ingeniosa y numerosas las de adaptación a un entorno marcado por la desigual importancia que la entrada de España en el conflicto tuvo para Alemania y Gran Bretaña. Una neutralidad forjada a golpe de talonario.

Y es que pese a la ambigüedad demostrada en los primeros años de guerra, con la victoria aliada en Europa presidiendo el horizonte, el régimen franquista se apresuró a mudar de piel con el único objetivo de sobrevivir al ocaso de un fascismo internacional que años antes sirviera en bandeja a Franco su victoria en España. La propaganda hizo su trabajo, y con el apoyo de la Iglesia católica, el franquismo logró blindar la imagen del Caudillo como garante del catolicismo, la tradición española y la lucha anticomunista en el suroeste europeo. Nada tenía que ver la democracia orgánica y católica española con el fascismo, declaró Franco a la agencia United Press en noviembre de 1944. 

Pero hasta 1945, Franco y su régimen no fueron excepción en un continente dominado por sistemas políticos fascistas, totalitarios y autoritarios. Sin embargo, la derrota del Eje impuso, además de un cambio en la imagen exterior de la España franquista, un nuevo relato interno del conflicto mundial en el que el recuerdo de los casi 48.000 españoles que combatieron en el frente del Este resultaba incomodo. De hecho, tal y como apuntó Xosé M. Núñez Seixas en 'Camarada de invierno' (Crítica), a partir de 1944, la prensa falangista presentó a los miembros de la División Azul como luchadores anticomunistas que nada tenían en contra del pueblo ruso o a favor de los alemanes. 

El régimen mutaba, y en su adaptación al nuevo entorno internacional silenció a los divisionarios, al tiempo que continuaba ignorando a quienes, tras ser derrotados por el fascismo internacional en la guerra civil, lograron vencerlo en Europa. Miles de españoles formaron parte del contingente antifascista transnacional que en territorio francés combatieron al ocupante alemán y sus socios entre 1939 y 1945. Lo hicieron incorporados en las filas de la Legión extranjera, los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros y las compañías de trabajadores extranjeros antes del 16 de junio de 1940. Y  en los Cuerpos Francos de África (CFA), la Fuerzas Francesas libres (FFL) y las filas de la resistencia interior tras el armisticio. A ellos el franquismo y su historiografía no les reservó lugar alguno en la construcción de la neutralidad española, únicamente silencio. Cuarenta años de silencio, mientras que al norte de los Pirineos fueron 'Los olvidados' (Ruedo Ibérico), tal y como los bautizó Antonio Vilanova. 

Doble olvido

Entre los múltiples factores responsables de este doble olvido destacan, en primer lugar la manera en que Francia escribió su historia tras el conflicto al calor del mito de la resistencia, subrayando la importancia de los franceses en su propia liberación y excluyendo de esta a mujeres, extranjeros y soldados coloniales. Una fábula que en la posguerra mundial logró consolidar un relato útil y peligroso que facilitó a los franceses la superación del trauma provocado por la derrota de junio de 1940, la compleja lectura de los años de ocupación y la reactivación de la identidad nacional, haciendo prevalecer la imagen de un amplio consenso nacional enfrentado al ocupante, ya fuese tras un partido de vanguardia –el PCF– o un líder carismático, De Gaulle.

En segundo lugar, la forma en que 40 años de dictadura en España condicionaron la recuperación de la historia y la memoria de los españoles que se opusieron al fascismo en Europa. Y por último el modo en que los mecanismos de ocultación y las construcciones positivas se han combinado para condicionar el estudio de la participación española en la resistencia en Francia, ahondando en la pobreza de una historiografía que durante años ha acusado un elevado grado de contaminación favorecido por la preeminencia del testimonio y la fuerza del mito. 

Dicha primacía, lejos de corregirse en democracia, ha seguido alimentando en los últimos 15 años leyendas, homenajes oportunos y una preeminente industria cultural que oculta tras un halo de heroicidad masculina –cuyo paradigma reside en la liberación de París a cargo de 'la Nueve'– la historia de miles de mujeres y hombres huidos de España que arriesgaron sus vidas luchando por la libertad en Europa.

La liberación de París

Un relato cómodo y estético para el que las montañas del Ariège o la arena del desierto libio no resulta tan atractivas como los adoquines parisinos; tal y como lo demuestran los 140 caracteres que el Ministerio de Justicia dedicó hace unos días a recordar «el papel crucial que en la liberación de Paris tuvo España». Y es que, tal y como lo recordara José Alvarez Junco en 'Dioses útiles' (Galaxia Gutemberg) la historia esta cargada de mitos, aunque en muchas ocasiones no logremos encontrar las pruebas que los sustentan. Son visiones deformadas del pasado que contribuyen a estructurar un relato popular sobre determinados hechos que poco o nada se asemeja al que produce el análisis de las fuentes y del contexto histórico del que proceden.

En definitiva, «tradiciones inventadas» (Eric J. Hobsbawm) que en el caso que nos ocupa resultaron determinantes a la hora de construir el mito de la neutralidad española, silenciar la memoria divisionaria y reconstruir 'a la carta' el compromiso antifascista español durante la segunda guerra mundial.

Profesor e investigador de la Universidad de Zaragoza.