MUNDIAL DE BALONCESTO
Un dragón con dudas
Scariolo tiene más fundamentos que nunca para poner vendas preventivas
Antoni Daimiel
Periodista
Antoni Daimiel
Comienza el Mundial de baloncesto en China con el eslogan televisivo de la fuerza del dragón referido a la selección española. España, dragón, serlo, lo es. Pero parece un dragón que quizás dude, que pueda atorarse o darle la tos. Llega en el top cinco de favoritos, con un relevo generacional que no parecía un crucigrama tan complicado como el que luego ha resultado gracias a toda suerte de ventanas FIBA, lesiones y renuncias de variadas índoles. A primera vista la selección española es un equipo de primera línea mundial en sus seis o siete primeros jugadores de rotación y mucho más terrenal si contamos los cinco o seis menos importantes.
Sergio Scariolo pide una mezcla de ambición y realismo. Ni puede ni quiere limitar la generosidad clásica en los pronósticos previos de este grupo de ganadores, esa valentía tan fanfarrona como fortalecedora, heredada de los tiempos del presidente José Luis Sáez. Pero ahora Scariolo tiene más fundamentos que nunca a la hora de poner vendas preventivas. Aduce que conseguir una medalla sería una gesta extraordinaria. Ha avisado de que este equipo tiene limitaciones y que "lo importante es que si un jugador es de nivel tres, dé un tres, y si un jugador es de nivel ocho, dé un ocho", una frase inconcebible justo antes de la cita anterior, aquel Mundial 2014 en que España reunió la plantilla de más valoración que a un videojuego se le puede ocurrir bajo ese escudo. Una cita que acabó en gatillazo laborable de cuartos de final. Entonces quisimos orinar en un jacuzzi y lo hicimos fuera. Ahora, podemos ser víctimas de esa máxima por la que cuando te lavas la cara en un lavabo pequeño, sin espacio entre pared, grifo y tu rostro, el agua siempre escurrirá por tus antebrazos hasta los codos.
Energía y agresividad
Scariolo promete energía y agresividad para sustituir déficits y ausencias, una declaración de intenciones que podría hacer suya el seleccionador estadounidense, Gregg Popovich, solo que éste con una cadena de producción mejor dotada para fabricar ese tipo de promesas. Puestos a hacer de la necesidad virtud, EEUU tiene mejores mimbres.
El talento al peso, en la balanza, contando 12 jugadores, puede ser favorable a equipos como Estados Unidos, Serbia o Francia. Pero del lado de España está la experiencia a la hora de manejarse en torneos de dos semanas, ese estilo que navega entre Borzakovskiy, aquel atleta ochocentista maestro de la remontada en carrera, y Stanislavski, el gurú teatral que instauró la victoria de lo orgánico sobre lo mecánico, la instrumentalización de las emociones pasadas. Ir de menos a más y la sincronía competitiva deben ser las bazas a jugar por un equipo construido como dicen los clásicos, a partir de un base y un pívot, Ricky Rubio y Marc Gasol.
Nota: Me uno al dolor compartido con Luis Enrique por el fallecimiento de su hija Xana y a toda la incomprensión por las claramente insuficientes cifras de la inversión española en la investigación del cáncer infantil (un euro anual por cada ciudadano).
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