Opinión | Editorial

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Cuidar a los que cuidan

Los familiares de personas que sufren enfermedades como el alzhéimer se convierten en víctimas colaterales

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vrffio42762920 young caring nurse cheering up the sick patient alzheimer 181221123905 / 123RF

Según datos de la Fundació Pasqual Maragall, en España más del 90% de los afectados por el alzhéimer reciben atención directa por parte de la familia. Los cuidados, en este caso y en el de otras dolencias crónicas, recaen preferentemente en el cónyuge o en los hijos, y de manera mayoritaria, en este entorno doméstico, en las mujeres. Es una dura tarea que reclama estar pendientes, durante todo el tiempo, de las necesidades de un enfermo que progresivamente, incluso con episodios de violencia y siempre reclamando un cuidado intensivo,  se va deteriorando tanto física como mentalmente.

Hay opciones alternativas que siempre van ligadas a un cierto estatus económico: residencias para gente mayor o cuidadores profesionales. Son pocos los que pueden permitirse el coste de unos 2.000 euros de media mensual en las residencias privadas o la presencia de alguien ajeno a la familia que ayude en el cuidado del enfermo, y las plazas en los equipamientos públicos son muy pocas en relación a una necesidades a las que la ley de dependencia, por falta de recursos, no ha sabido hacer frente. Estos familiares padecen, en su hogar, el llamado síndrome de sobrecarga del cuidador, un proceso que relega a segundo plano el cuidado emocional y físico del cuidador, que crea estrés, aislamiento social, impotencia y rabia, e incluso un sentimiento de culpabilidad por no poder hacer frente a la complicada logística, con la irrupción de considerables problemas de ansiedad y depresión. 

Cerca de 80.000 personas que en Catalunya se hallan en este estado perciben una prestación de unos 400 euros mensuales y, desde el 1 de abril, cotizan de nuevo a la Seguridad Social a cargo del Estado, pero esta ayuda no es suficiente para disfrutar de un periodo de descanso ineludible. Las pocas plazas temporales –como las 200 que ofrece el Servei Respir de la Diputación de Barcelona– no son suficientes para un colectivo invisibilizado por una labor constante que no deja espacio para la más mínima relajación. A través de medidas como el copago pueden hacer frente en periodos cortos, a esta necesidad vital, pero la demanda es altísima y la oferta muy escasa. Y cada vez son más las voces que se alzan para reclamar para el colectivo de los cuidadores no profesionales, víctimas colaterales, unas medidas de apoyo absolutamente necesarias. Vencer a la enfermedad es también procurar una mejor calidad de vida para quienes la sufren como familiares.