Dos miradas

La retirada

Abandonar una posición y resguardarse en lugar seguro. Este es el camino que amplios sectores del independentismo han emprendido

Manifestación de la Diada, a su paso por la plaza de Espanya, el 11 de septiembre del 2014

Manifestación de la Diada, a su paso por la plaza de Espanya, el 11 de septiembre del 2014 / periodico

Emma Riverola

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Abandonar una posición y resguardarse en lugar seguro. Este es el camino que amplios sectores del independentismo han emprendido. La unilateralidad no tiene, si es que alguna vez la tuvo, el apoyo de la mayoría. Eso no indica el abandono de los postulados, sino la conciencia de que en el aciago otoño del 2017 se internaron en terrenos demasiado peligrosos sin medir los efectivos.

Una retirada no es una derrota, es la búsqueda de espacio y tiempo. Un lugar de protección y un paréntesis para reflexionar. Pero no es fácil, y tiene sus riesgos. El movimiento es posible que despierte resistencias internas. De la responsabilidad del discurso depende la paz social. El ‘procés’ desbordó el movimiento independentista con una sobreabundancia de emociones. Entre ellas, la exaltación de lo propio y la demonización del Estado español (ese término burocrático, exento de emoción, para obviar España). Pero el brillo se ha oxidado. Y la herrumbre produce subproductos como las campañas conspiranoicas, última parada de la razón. Ahí, en ese páramo ajeno al sentido común, solo nace lo malo. Y la paz social puede dejar de ser paz.