Opinión | EDITORIAL

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Johnson fuerza todas las costuras

El primer ministro asume el riesgo de que su propio partido se plante ante la retirada de voz al Parlamento en el 'brexit'

El Primer Ministro Británico Boris Johnson saluda a la Reina Elizabeth II.

El Primer Ministro Británico Boris Johnson saluda a la Reina Elizabeth II. / periodico

Gran Bretaña es una de las democracias más antiguas. Se sostiene, de manera modélica, gracias a un cúmulo de usos y costumbres que no están ni siquiera recogidos en un texto constitucional. La monarquía ha sido el garante de ese orden democrático porque nunca ha tenido tentaciones autoritarias, desde hace más de cuatro siglos. La llegada de un político extravagante como Boris Johnson al cargo de primer ministro ha tardado muy poco en tener consecuencias. El líder conservador está convencido de que su futuro político depende del éxito de su proyecto de 'brexit' salvaje, es decir, sin acuerdo con la Unión Europea. En este empeño, el principal obstáculo que ha identificado es el Parlamento de Westminster, donde los euroescépticos consiguieron bloquear todos los intentos de Theresa May por pactar la salida, pero no está claro que tengan la mayoría suficiente para impedir el veto de una salida a las bravas. Los últimos movimientos del líder laborista, Jeremy Corbyn, iban precisamente en esa dirección. De manera que Johnson pidió este miércoles a la reina romper con una costumbre centenaria como es la fecha del inicio de las sesiones del Parlamento tras el verano. Y la monarca accedió a que las cámaras estén cerradas hasta el 14 de octubre. El conflicto interno está servido: el presidente de los Comunes, también del Partido Conservador, habló inmediatamente de «escándalo constitucional», mientras que la oposición lo calificó de «golpe de Estado». El asunto irá a los tribunales, mientras se exploran las inciertas vías para atajar la maniobra del primer ministro.

Lo fácil es pensar que Johnson ha sido fiel al populista que lleva dentro. Pretende confrontar el designio del «pueblo», expresado en el referéndum del 2016, con las mayorías parlamentarias, despositarias de la soberanía nacional que los 'brexiters' querían presuntamente recuperar. Estaríamos, en esta intepretación, ante un gesto autoritario como los que practican a diario Orban, Trump, Putin, Salvini, Bolsonaro y tantos otros. O simplemente sea el filibustero que ya vimos en el referéndum del 'brexit', dispuesto a cualquier maniobra que le permita salirse con su propósito, aunque fuerce las costuras de dos uniones, la europea y el propio Reino Unido. Aún cabe confiar en que en su temeridad haya ido esta vez demasiado lejos. Las últimas alternativas viables, como una fulgurante moción de censura, posiblemente topen hoy con más impedimentos en el calendario pero encuentren más parlamentarios dispuestos a impulsarlas que ayer.