La difícil investidura

No lo dicen, pero volverán a hacerlo

Dos imágenes de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en la tribuna del Congreso, el día de la investidura fallida.

Dos imágenes de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en la tribuna del Congreso, el día de la investidura fallida. / periodico

Eulàlia Vintró

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Adormecidos y abrumados por el calor veraniego asistimos sin mucha conciencia al paso de los días y las semanas que nos abocarán antes de un mes a la convocatoria de nuevas elecciones generales, las cuartas en cuatro años, algo sin precedentes en nuestro país y en la inmensa mayoría de democracias occidentales.

Las personas que votaron izquierdas celebraron los resultados del 28 de abril como una victoria y tenían el convencimiento de que el resultado claro de las urnas conduciría a un gobierno de PSOE y Unidas Podemos con algún otro apoyo. Es cierto que las elecciones municipales y europeas del 28 de mayo no solo provocaron el retraso en las negociaciones para formar gobierno sino que introdujeron matices en el panorama político y reforzaron la prepotencia socialista, al menos en sus relaciones hacia Unidas Podemos.

La consecuencia es bastante conocida: investidura fallida, reproches y críticas de unos y otros a la luz pública y constatación de la desconfianza entre los dirigentes de las fuerzas de izquierda que dificultan aún más los posibles acuerdos de gobierno. Ahora bien, si la primera vez lo hicieron mal y las prisas finales, a pesar de haber dispuesto de tres meses, dieron la impresión, falsa, que disponer de más tiempo ayudaría a resolver las discrepancias, esta segunda oportunidad ha sido diseñada por los socialistas, parece, de tal manera que también agotará los plazos sin llegar a un acuerdo.

Dos meses en plenas vacaciones de verano era un periodo suficientemente amplio como para poder debatir, intercambiar documentos, propuestas y programas, enmendar y pulir las discrepancias, configurar una estructura del gobierno de coalición y presentar una propuesta conjunta al resto de fuerzas que pudieran apoyarla o abstenerse. Y todo ello con discreción, reserva y rigor.

Ha pasado ya un mes y no ha sido así ni parece que pueda ser. Ha sido Unidas Podemos quien hace pocos días envió un documento de 119 páginas al PSOE con programa detallado y varias alternativas de composición de gobierno y este se ha limitado a reiterar que no acepta un gobierno de coalición y que en el programa hay muchos acuerdos posibles, pero también grandes discrepancias en temas clave. Nos encontramos, pues, casi en el mismo lugar que hace tres meses, pero con menos confianza, menos ilusión, más angustia y más reproches.

Mucho me temo que los socialistas, sin decirlo,  volverán a hacerlo. Es decir, llevarán las conversaciones hasta un punto de no retorno, evitarán la discreción y reiterarán la manipulación para provocar nuevas elecciones que, según les dicen las encuestas, ganarán con más margen.

Esto, sin embargo, está por ver ya que la derecha unida podría ganar y no quisiera tener que reprochar al PSOE, como ya hice cuando por sus casos de corrupción facilitó el triunfo de Aznar en 1996, que ahora, por  su prepotencia, facilitara una victoria y un gobierno del 'trifachito'. Si entonces fue duro de aceptar que la derecha ganara a la izquierda acusándola, con razón, de corrupta, ahora también lo es que los socialistas presuman de una mayoría que no tienen. Que todo el mundo haga memoria.