Las dificultades de la investidura

Sánchez, guardián de la Transición

El actual sistema de poder español, lo que algunos llaman críticamente 'el régimen del 78', se encuentra a la defensiva

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el debate de investidura en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el debate de investidura en el Congreso. / periodico

Marçal SIntes

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La situación de bloqueo que sufre España mientras transcurre un verano asfixiante presenta algunos rasgos inquietantes, extraños y diferentes de las dificultades a la hora de formar gobierno tras las elecciones de 2015 y 2016. La crisis actual tampoco se parece a la que, con cierta frecuencia, atraviesan otros estados de nuestro entorno.

Existe la tendencia de analizar el conflicto actual situando el foco en la personalidad de los actores que gozan de un rol determinante. Otra aproximación, igualmente legítima, consiste en profundizar en la observación de las estrategias respectivas y en la evaluación de su eficacia a la hora de procurar los objetivos buscados, que suelen pasar por optimizar en términos de poder los resultados electorales.

Pero el estudio de los actores y de los movimientos sobre el tablero de juego esta vez no parece suficiente para entender íntegramente lo que está sucediendo, ya que nos encontramos ante una situación que muestra, decía antes, relieves extraños e inquietantes.

Un régimen a la defensiva

Mi percepción, cada vez más viva, es que el actual sistema de poder español, el de la Transición, lo que algunos llaman críticamente 'el régimen del 78', se encuentra a la defensiva. Concentrado, diría que incluso obsesionado, en blindar un estado de cosas que funcionó sin sobresaltos realmente alarmantes desde el golpe de Tejero hasta la reciente gran crisis económica. Este sistema de poder está dominado y administrado por los responsables de los aparatos del estado -alto funcionariado, cúpula de la judicatura, CNI y otros servicios de inteligencia, mandos militares y de la Policía y la Guardia Civil, etcétera- y también por los principales partidos políticos y algunos destacados dirigentes del mundo económico. Todo ello con la cooperación de grandes medios de comunicación. Como broche se halla la monarquía, en aspectos clave más relevante que el Gobierno de turno, que, a diferencia de lo que sucede con el resto de actores, cambia con frecuencia. Se trata de un entramado en el que las estirpes familiares, las relaciones personales, los grupos de intereses entrelazados y la reputación en determinados círculos juegan un papel crucial.

No es el objeto de este artículo evaluar el sistema fruto de la Transición ni su funcionamiento. Sin embargo, sí hay que tener presente, como apuntaba, que el sistema y su 'establishment' se sienten menos seguros que antes. Que la crisis económica desvirtuara el bipartidismo imperfecto cuidadosamente diseñado en su momento es sin duda un elemento de preocupación. Íntimamente relacionado con ello, está el hecho de que, a raíz de la crisis, primero, y de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatut de Catalunya, después, hayan surgido con fuerza dos actores políticos -la nueva izquierda entorno a Podemos y el independentismo catalán- que impugnan abiertamente el sistema de la Transición y censuran al 'establishment' que saca partido de él.

Mi propuesta es intentar observar el lío de la investidura de Pedro Sánchez como la peripecia de las fuerzas del sistema para preservarlo en su forma actual o, en su caso, para adecuarlo a la manera lampedusiana, aislando y neutralizando las fuerzas de cambio o transformación.

En este esquema, el PSOE estaría forcejeando para impedir que aquellos actores que considera amenazadores para el sistema -Podemos y sus aliados- penetren en la sala de máquinas del gobierno. Siguiendo la misma lógica, ha intentado e intenta no quedar comprometido por un acuerdo, por débil que pueda ser, con el independentismo. Es por ello que tras el 28 de abril Sánchez ha puesto pegas constantemente a un Gobierno de coalición de izquierdas y se ha negado incluso a sentarse a hablar con el independentismo. Más aún, Sánchez ha mostrado una beligerancia y falta de respeto por sus interlocutores de la nueva izquierda que lleva necesariamente a concluir que lo que busca no es una negociación, sino colocar Podemos en una posición insostenible, entre la espada y la pared.

La reiterada petición de Pedro Sánchez a PP y Ciudadanos -que no deja de ser chocante- constituye la comprensible demanda de ayuda a los otros dos puntales políticos del sistema -Ciudadanos fue patrocinado por el mundo del dinero para que estuviera en disposición de relevar a un PP carcomido por la corrupción o, en su caso, para que pudiera apuntalarlo- para que cooperen en su protección. El problema es que tanto el PP como Ciudadanos ambicionan el doble premio, es decir, esperar a que Sánchez se ahogue para, a continuación, tomar ellos las riendas del sistema de la Transición mediante un Gobierno de la derecha.

* Periodista. Profesor de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna (URL).