IDEAS

Plácido y demás verdugos

Hoy día, si no eres un víctima, no eres nadie

lmmarco49502237 file   in this aug  26  2014  file photo  placido domingo sp190821140045

lmmarco49502237 file in this aug 26 2014 file photo placido domingo sp190821140045 / periodico

Ramón de España

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hoy día, si no eres una víctima, no eres nadie. Así pues, basta con pensar un poco para descubrir al culpable de que tu vida sea un asco o, simplemente, no haya transcurrido como esperabas. El culpable en cuestión debe ser, preferentemente, alguien famoso al que le puedas jorobar el presente y, a ser posible, dejarle sin futuro. 

Los hombres no lo tenemos fácil, pero si nos esforzamos, seguro que encontramos en nuestro pasado a algún indeseable al que echarle la culpa de todas nuestras desgracias: es fundamental que el hecho que cambió nuestras vidas sucediese hace un montón de años. Y si no encuentras un famoso al que hundir, siempre te puedes conformar con lo primero que te venga a la cabeza.

Como yo no quiero ser menos que nadie y también aspiro a la ansiada condición de víctima, he conseguido localizar, tras varios días de estrujarme el magín, al responsable de mi adicción al tabaco y de mis problemas con las mujeres. Se trata del padre Carbonell, un cura de mi colegio que no me violó ni abusó de mí, pero un día -sin darse cuenta, según él- me echó a la cara el humo de uno de los cigarrillos que fumaba sin tasa.

Ahora sé que ese momento cambió mi existencia para siempre, convirtiéndome en esclavo de un vicio infame del que no logro desengancharme y que, tarde o temprano, me llevará al cementerio. Asimismo, las miradas lujuriosas que el padre Carbonell lanzaba al trasero de algunas madres de muy buen ver marcaron para siempre mi relación con el sexo opuesto, basada en la cosificación de la mujer y en el machismo más recalcitrante. Si no he conseguido que ninguna mujer me aguante más allá de un cierto tiempo -seis años es mi record-, la culpa es del maldito cura, como lo es también el cáncer de pulmón que me estoy trabajando a diario.

El padre Carbonell lleva años criando malvas, pero desde aquí reivindico mi derecho a profanar su tumba (al ritmo de la rumba) y mearme en su calavera. Hubiese preferido encontrar a un verdugo más rutilante que, además, estuviera vivo -Plácido Domingo, Harvey Weinstein, Kevin Spacey, Morgan Freeman, cualquiera me valía- pero me apaño con lo que tengo más a mano: si muero en soledad y de cáncer, ya saben ustedes quién es el culpable.