IDEAS

El hogar del crimen

Cartel indicativo de la localidad de Alcàsser.

Cartel indicativo de la localidad de Alcàsser. / MIGUEL LORENZO

Mónica Vázquez

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Como todo en esta vida, no sólo es el ‘qué’, si no el ‘cómo’. Es el ‘cómo’ el que define el ‘qué’; le da textura y color, le da contexto y explicación. Y cuando el ‘qué’ es la historia de un crimen real, es el ‘cómo’ el que nos persigue, mucho más allá del ‘qué’, tiñendo el paso del tiempo de herrumbre, miedo y sed. ¿Habremos hecho lo suficiente? ¿Somos testigos o cómplices a posteriori de una herida que sangrará siempre?

"El medio es el mensaje", decía McLuhan. El ‘cómo’ es el rey. Cómo contamos una historia y cómo la compartimos con los demás contamina su naturaleza y puede llegar a transformarla en algo completamente distinto, alejándola de su verdad. Sabiendo esto, ¿a nadie más le deja un sabor de boca extraño el disponer de tantas historias de crímenes reales en una plataforma de entretenimiento como lo es Netflix?

En Netflix consumimos con fruición las historias más atroces

Netflix, el sitio al que van a morir los fines de semana de lluvia y donde nos refugiamos del mundo, ficción a ficción, se está convirtiendo poco a poco en el hogar del crimen. Pero el verdadero hogar del crimen somos nosotros, que consumimos con fruición las historias más atroces, y juzgamos desde la cómoda butaca del tiempo el fatídico desenlace de un espeluznante drama maravillosamente escrito, dirigido y editado, comiendo palomitas a puñados. Con la mente y el corazón a mil revoluciones, y la conciencia inerte, estimulados más allá de nuestros valores éticos, víctimas de una morbosidad doliente. Escondidas entre películas románticas y series de animación nos esperan algunos de los capítulos más oscuros de la humanidad: 'Las cintas de Ted Bundy', 'The Keepers', 'Genio del mal', El caso Alcásser'… y siempre queremos más. Vestimos de ficción la realidad de la que otros no pudieron escapar.

Y aun sabiendo que caemos en el pecado de frivolizar la crueldad y el miedo, el cáncer que carcome a la humanidad, puede que esa sea la única manera en la que poder tragar con la miseria que supone vivir en un mundo tan cínico y hostil. Quizá convertir la tragedia en entretenimiento sea la única manera de atrevernos a mirar, aprender y cambiar.

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