La clave
Una de piratas y corsarios
Salvini calcula con precisión el botín que espera obtener del drama del 'Open Arms': la reanimación de su maniobra de asalto a la presidencia del Gobierno
Luis Mauri
Director adjunto
Luis Mauri
No hay más diferencia entre pirata y corsario que la que otorga el poder y su interés. El oficio es exactamente el mismo: violar la legalidad marítima internacional, saquear las riquezas de los navíos abordados y las de los puertos y ciudades asaltados, secuestrar, esclavizar o asesinar a las tripulaciones y las poblaciones. La única diferencia estriba en que sin patente de corso eres un ladrón sanguinario y malnacido, y con el respaldo de un estado asciendes automáticamente de mercenario sádico a noble patriota, a héroe nacional, vaya.
Pirata o corsario, el líder ultraderechista italiano, Matteo Salvini, viceprimer ministro y titular de Interior, mantiene retenidos, hacinados y sumidos en la desesperación a más de un centenar de migrantes náufragos a bordo del ‘Open Arms’, a media milla de la costa de la isla de Lampedusa. Aislados en estado de máxima necesidad. Confinados (¿secuestrados?) en un navío carente de las mínimas condiciones de seguridad después de dos semanas de agonía. La acción, inhumana y obscena, viola la legislación marítima internacional y también desoye la opinión de parte del Gobierno italiano.
Pirata o corsario, Salvini calcula con precisión el botín que espera obtener del drama del ‘Open Arms’. El ministro ha visto frenada esta semana su traición a los populistas del Movimiento 5 Estrellas y al primer ministro, Giuseppe Conte, por una frágil alianza entre el centroizquierda de Matteo Renzi y el M5S. La calamidad de los náufragos varados frente a Lampedusa puede ayudar a Salvini a desencallar su maniobra de asalto a la presidencia del Gobierno. El colapso del Ejecutivo desembocaría en el adelanto electoral que persigue el ultra, justo cuando los sondeos le auguran la victoria.
La obscenidad de Salvini no puede maquillar la vergüenza de Europa entera. España y otros cinco países se han ofrecido para acoger a los náufragos. Pero la UE no puede sentirse orgullosa, ni mucho menos. La respuesta comunitaria ha llegado tarde y mal, como de costumbre. Solo hay una respuesta honrosa posible: arbitrar sendas políticas de migración y de cooperación firmes y comunes, ancladas a los derechos humanos. Una respuesta contra piratas y corsarios.
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