ANÁLISIS

A la casilla de partida, y un poco más atrás

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Gemma Ubasart

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Vuelta a la casilla de partida. Pedro Sánchez insiste otra vez en la necesidad de transitar un gobierno monocolor después del paréntesis que se produjo entre la renuncia de Pablo Iglesias a integrarse en el gobierno y la fallida votación de investidura. Desde el 28-A los socialistas han ido desgranando argumentos para justificar esta opción a pesar de la insistencia de Podemos en la bondad de un ejecutivo mixto. Aducen la existencia de distintos criterios para gestionar la crisis catalana, la falta de confianza entre los líderes de ambos partidos, la poca experiencia de gestión, etc. Ahora bien, los morados insisten en que el sistema de partidos se ha vuelto multipartidista y por lo tanto sería una evolución lógica el hecho de pactar un gobierno de coalición, forma que se adopta en muchos países europeos. Argumentan que su entrada en el ejecutivo podría facilitar el cumplimiento de un acuerdo programático de progreso.

Pedro Sánchez vuelve a la carga. A izquierda exige el voto favorable de Podemos bajo amenaza de ir a elecciones. A derecha demanda a Ciudadanos y el Partido Popular responsabilidad de Estado. Del bloque de la moción de censura cree poder conseguir el apoyo previo de Compromís y el PNV, de ahí sus visitas prioritarias; con los independentistas catalanes y vascos parece ni querer intentarlo. Para todo ello ha desplegado un intenso proceso de contacto con organizaciones sociales, sindicales y patronales. Una envolvente ciudadana para conseguir su objetivo inicial. Estos procesos de contacto entre partidos y sociedad civil deberían ser una constante en una vida política de calidad. Ahora bien, parece extraño priorizar ahora este diálogo al que se pueda producir con los grupos parlamentarios que en definitiva son los que votaran en una hipotética investidura.

Pedro Sánchez puede llegar a ser investido antes del 23 de setiembre. Le puede salir bien su estrategia de acoso y derribo hacia el resto de actores políticos. Pueden resultar exitosos los consejos de los asesores cortoplacistas. El presidente en funciones puede acabar consiguiendo el voto del resto sin diálogo, negociación y pacto. Una situación, por cierto, novedosa en la arena política estatal: GonzálezAznar o Zapatero acordaron su investidura en minoría. Ahora bien, las dificultades vendrán el día después, en la consecución de la garantía de estabilidad durante la próxima legislatura. Se han dinamitado una parte importante de puentes y vínculos de confianza. El ABC de toda coalición exitosa se encuentra en que cada actor perciba que ha ganado un poco. Dar el brazo a torcer al resto de actores en liza puede dificultar el desarrollo de la acción de un ejecutivo en minoría y el afrontar los grandes retos del país.

Y no menos importante. En otoño llegará la sentencia a los presos políticos independentistas. La gestión de un contencioso que estuvo a punto de romper España desde la solitud y sin proyecto estratégico puede hacérsele cuesta arriba al nuevo presidente. (Por cierto, si Sánchez quisiera empezar a trabajar en el día después quizá no sería mala idea aceptar la invitación de Jordi Cuixart a reunirse con Òmnium, la entidad cultural más grande del Estado).