Músicos censurados

La deshumanización de la cultura

Censurar el entretenimiento puede ser engorroso, incómodo o molesto; pero censurar la cultura es, sumado a todo ello, peligroso

El cantante Luis Pastor, en enero del pasado año.

El cantante Luis Pastor, en enero del pasado año. / periodico

Mónica Vázquez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un ser humano no nace, sino que se hace con el tiempo, amasando su naturaleza animal a golpe de experiencias vividas y compartidas, conocimientos adquiridos y recuerdos fabricados. Uno se construye a sí mismo a lo largo del tiempo, atesorando historias, emociones, alegrías y miedos, aprendiendo, explorando, creciendo… culturizándose, exponiéndose al mundo y cambiando con él.

La cultura es lo que nos hace humanos, elemento clave en el crecimiento de una persona. Nos ayuda a desarrollar un pensamiento crítico, a contextualizar nuestro conocimiento de la verdad y, en una democracia, es casi tan importante como respirar. Es el idioma del alma, el mar en el que nos sumergimos para aprender a nadar en las complicadas aguas de la vida. Es aspiración constante, un viaje hacia el perfeccionamiento personal más allá de las limitaciones circunstanciales, y lo mejor de todo es que es un viaje que podemos y debemos compartir con los demás.  

Lo cierto es que es complicado definir qué es cultura sin confundirla con la cultura popular, ese conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo, pero si en algo podemos estar de acuerdo es que la cultura te conecta contigo mismo, te hace crecer y te ayuda a construir a la persona en la que te conviertes día tras día. La cultura debe ser exigente pero, para bien o para mal, no puede ser exigida.

No es un ente etéreo: pertenece a un tiempo y a un lugar, a aquellos que la conforman y se alimentan de ella. La cultura es hija y madre de su contexto y sin él, se queda huérfana de significado: se convierte en un envoltorio, pura estética hedonista, también conocida como ‘entretenimiento’.

La cultura tiende a ser incómoda y, en muchas ocasiones, debe serlo, pero parece ser que cuanta más consumimos, menos problemas nos da, ya que nos educa en empatía y tolerancia. El peligro de intentar decidir qué es cultura y qué no está en creer que cada uno de nosotros somos los únicos que tenemos algo que enseñar. El peligro está en aquellos que visten de cultura su forma favorita de entretenimiento, y en los que tienen miedo de aprender algo que les distancie de aquello que predican con el ejemplo.

El entretenimiento, sin embargo, plantea muchos menos problemas: te entretiene, te saca de ti mismo, son vacaciones del alma. Compartir actividades de entretenimiento, muchas veces de forma ritual, da cohesión al grupo social, construye el concepto de ‘pueblo’. Ambos conceptos son necesarios para la vida en sociedad, pero no los podemos tratar de la misma manera. Censurar el entretenimiento puede ser engorroso, incómodo o molesto; pero censurar la cultura es, sumado a todo ello, peligroso. Porque sin cultura, no hay humanidad.

Viviendo en democracia, la única censura posible es aquella que nos protege a todos del odio ajeno. Pero, más allá de eso, ¿por qué no crear contextos que se ajusten a cada mensaje y dejar que cada uno elija su camino? Al fin al cabo, arrieritos somos y en las urnas nos encontraremos.

*Periodista y músico.