El orden de los factores

No se le puede reprochar a Sánchez que se reúna con la sociedad civil, pero sí que trate de utilizarlo como presión al resto de partidos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el debate de investidura en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el debate de investidura en el Congreso. / periodico

Astrid Barrio

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Transcurridos unos días desde su fallida investidura parece que Pedro Sánchez ha decidido ponerse las pilas y se ha propuesto elaborar un programa de Gobierno en base a los ejes prioritarios que enunció en su discurso:  empleo digno y sostenibilidad del sistema de pensionesrevolución digital y tecnológica, emergencia climática, igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, desigualdad social y el fortalecimiento de Europa.

Para ello ha decidido abrir una ronda de contactos con las entidades sociales representativas de cada uno de los distintos ámbitos a fin de debatir con ellas las propuestas programáticas que presentará al resto de partidos. Pretende con ello lograr el aval de la sociedad civil y trasladar la idea de que su programa no es solo un programa partidista, sino un programa que cuenta con el apoyo de múltiples entidades, es decir, de la sociedad civil. 

Obviamente no se le puede reprochar a ningún político que se reúna con la sociedad civil organizada, o lo que es lo mismo con los grupos de interés, ya que esta es la que representa la pluralidad de los intereses sociales.  Al fin y al cabo una de las funciones clásicas de los partidos es la articulación, la agregación y la canalización de las demandas sociales. Y menos se le puede reprochar que lo haga en un momento en el que se critica a los partidos por haber perdido su capacidad de intermediación,  y que se haga en un lugar como España, donde desde hace ya algunos años, los partidos se perciben como uno de los principales problemas del país. 

Pero lo que sí se le puede reprochar a Sánchez es que lo haga justo después de su investidura fallida y que trate de utilizarlo como medida de presión al resto de partidos. De los partidos, al menos tradicionalmente, se ha esperado que mantengan una estrecha relación con los grupos de interés antes de las elecciones a fin de canalizar las aspiraciones sociales, elaborar sus programas y someterlos al escrutinio público en las elecciones. Lo que resulta atípico es que se haga a posteriori, tras haber ganado unas elecciones con el fin de elaborar un programa con el que someterse a la investidura. Porque lo que cabe esperar tras las elecciones de acuerdo con los principios del Gobierno representativo son acuerdos entre los representantes, es decir, con el resto de partidos que gozan de representación parlamentaria. 

Un atajo

Acertadamente el Rey ha instado a los partidos a encontrar una solución para evitar la repetición de las elecciones. No en vano son ellos los que tienen la obligación y el mandato para llegar a acuerdos y deben hacerlo responsablemente. Ni vale como Ciudadanos hacer dejación de responsabilidades, evitando negociar y parapetándose en unas intolerables líneas rojas que nunca deberían existir entre partidos democráticos, ni vale lo que está tratando de hacer Sánchez alternado el orden de los factores en busca de un atajo que dé un plus de legitimidad a su programa de Gobierno. Lo que vale y hay que exigir es que los partidos negocien entre ellos.