Una voz incómoda

Greta contra Donald

La activista ambiental adolescente se ha convertido en un enemigo temido y odiado por algunos

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zentauroepp49349564 beard190806190303 / LEONARD BEARD

Marçal Sintes

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En agosto pasado, una adolescente sueca, Greta Thunberg, se plantó ante el Parlamento de su país para protestar contra el cambio climático y exigir a los políticos que actuaran ya. Cuando empezó la escuela, iba cada viernes. Pronto aquello se conoció como 'Fridays for future'. Greta fue seleccionada para protagonizar una charla en las TED Talks de Estocolmo. Hoy cientos de miles de jóvenes de todo el mundo la siguen. Ha sido invitada a hablar ante el Parlamento de Suecia, la ONU, el Foro Económico Mundial, el Parlamento de Estrasburgo, y, en julio, la Asamblea Nacional Francesa. Su forma clara de argumentar y su contundencia impresionan en una chica de 16 años.

Greta, a pesar de su aparente fragilidad y su rostro aún de niña, se ha convertido en un enemigo temido y odiado por algunos. La derecha y la extrema derecha boicotearon su intervención ante la Asamblea -no es la primera vez que algunos políticos la rechazan-, y tuvo que pronunciar su discurso en una sala y no en el hemiciclo. Pero no se inmutó ni por las descalificaciones de los parlamentarios ni por los epítetos insultantes que le dirigieron. Tampoco por la tormenta en las redes sociales, donde batallaron partidarios y detractores pelearse.

Cuando Greta y los otros activistas que la acompañaban -Greta viaja en tren, nunca en avión, para contaminar menos- llegaron a París, una ola de calor azotaba la capital y toda Francia. A los adultos que la menospreciaron y no quisieron escucharla les contestó con su habitual sencillez desarmante: "Algunos han decidido no venir aquí, algunos han decidido no escucharnos. No pasa nada. Al fin y al cabo, no somos más que unos muchachos. Pero ustedes sí tienen que escuchar a la ciencia".

Donald Trump, que sacó EE.UU. del Acuerdo de París en 2017 a pesar de que este país es el segundo, después de China, que más contribuye al calentamiento global, seguro que tampoco hubiera querido escuchar la Greta y sus compañeros.

Greta y su lucha son emocionantes -para mí lo son- por muchos motivos. Uno es obvio. Una jovencita con su trenza que decide enfrentarse a fuerzas políticas, económicas, etcétera, que acumulan un poder que ella -y yo duras penas- no puede ni siquiera imaginar. Un poder en manos, muy mayoritariamente, de hombres que podrían ser su padre, o, más bien, su abuelo. Esta "profeta en pantalones cortos", como algunos de sus enemigos lo han llamado, actúa sin cálculos, sin plan, hace lo que hace porque cree que es lo que debe hacer. Tan fácil y tan complicado a la vez.

Una chica que, además, se sitúa en el cruce de una serie de dicotomías, de contradicciones de nuestra sociedad tal como la hemos organizado. De fracturas. Y las subraya. Las hace evidentes.

Un ejemplo tiene que ver justamente con la edad y las generaciones futuras. Uno de los argumentos que suele utilizar Greta es el siguiente: ¿qué les diré a mis hijos y nietos? ¿Qué les diré de la generación de hombres y mujeres actual, que sabían lo que pasaba y, a pesar de saberlo, no hicieron absolutamente nada? Su discurso contrapone los que van a nacer con los que habitan hoy el mundo. Pone en tensión los intereses de unos y otros.

Otra de las dicotomías que recoge la joven sueca empareja globalización-antiglobalización. Ella, desde un pequeño país como es Suecia (no llega a los diez millones y medio de habitantes), defiende la globalización, es decir, que el mundo tiene problemas que han de afrontarse globalmente. La globalización de la gobernanza. En contra de aquellos que, desde Estados Unidos, o desde otros lugares, están apostando por el aislamiento, por el repliegue, por la no colaboración. Entiendo que Greta Thunberg interpela a los gobiernos de todo el mundo para que sean capaces de actuar -aunque sea por una vez- juntos y evitar el gran desastre.

Nos está diciendo que la globalización no puede ser sólo económica o comercial. Mientras la política, especialmente la política democrática, continúe restringida básicamente a la dimensión estatal, los verdaderos grandes problemas tienen muy difícil solución.

A Greta le diagnosticaron Asperger (una forma de autismo), Trastorno Obsesivo-Compulsivo y mutismo selectivo (sólo habla cuando considera necesario). Las dificultades de Greta para relacionarse socialmente, para seguir la corriente, para mentir, para borrar ideas y temores y su absoluta determinación quizá la han ayudado a conseguir hacer lo que ha hecho, hace y seguro que continuará haciendo. Su condición, a la vez, nos interpela también sobre lo que habitualmente entender por 'normalidad' y por 'trastorno'.

* Periodista. Profesor de Blanquerna-Comunicación (URL).