Patriarcado

La violencia sexual en grupo y el relato de los medios

El carácter esencial de la violencia sexual en grupo es la dominación y el control hacia las mujeres u hombres considerados más 'débiles' y, a su vez, es una escenificación de fuerza entre hombres

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Gemma Altell

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Justo en medio del juicio de la llamada 'manada' de Manresa apareció la noticia –presuntamente- de una segunda 'manada' en Manresa. Y después, de otra más en Bilbao. En el afán, seguramente adecuado, de contextualizar las noticias, los medios han empezado a buscar y visibilizar datos de los últimos tiempos acerca de los delitos sexuales perpetrados por grupos de hombres. Los números son preocupantes. Especialmente porque hasta ahora se ha puesto muy poco el foco en ellos. Es importante visibilizar este tipo de violencia sexual que es, sin duda, escalofriante y requiere de conciencia social y políticas concretas para su abordaje; entre ellas cambiar la legislación. El carácter esencial de la violencia sexual en grupo es la dominación y el control hacia las mujeres u hombres considerados más 'débiles' y, a su vez, es una escenificación de fuerza entre hombres. Poco tiene que ver con el sexo. Si lo miramos así nos equivocamos.

Sin embargo me parece interesante añadir otro análisis aprovechando que este relato mediático actual coincide en el tiempo con la emisión de la serie documental 'El caso Alcàsser' en Netflix documental 'El caso Alcàsser'; esta serie nos traslada a uno de los episodios más sórdidos de los medios en los últimos 25 años. Mucha crítica y autocrítica se ha hecho sobre el abordaje de este caso pero me parece especialmente importante lo que plantea Nerea Barjola en su libro, a partir del caso Alcàsser, 'Microfísica sexista del poder': cómo los medios consiguieron –a partir del enfoque sensacionalista pero sobre todo patriarcal y machista- condicionar la libertad y la libertad sexual de toda una generación de mujeres jóvenes entre las que me cuento.

Control social

Más allá de lo espeluznante del caso, todo lo que sucedió después contribuyó a la construcción de un relato de pánico, indefensión y de renuncia al espacio público de las mujeres. No había forma de saber detrás de quien o de qué podía haber un peligro extremo y, en cualquier caso, la fantasía de la obediencia a los cánones patriarcales de 'buena niña' parecía ser la única salvación a un peligro intangible. En consecuencia, este relato operó como un elemento importante de control social en unos años en que parecía ya bastante consolidada la libertad de movimientos de las mujeres en este país.

En este punto me parece importante alertar sobre el riesgo de entrar de nuevo en una lógica alarmista que vuelva a dibujarse como una forma de control social de las mujeres de esta nueva generación -ahora mis hijas entre ellas-. Estamos en una época histórica donde -de la mano del feminismo- estamos consiguiendo visibilizar que el espacio público también debe ser nuestro de noche y de día, que debemos poder ejercer nuestra libertad sexual como, donde y cuando queramos y que la responsabilidad sobre la violencia sexual solo es de quien la ejerce. Es, por consiguiente, importante visibilizar la violencia en forma de reivindicación. Sin embargo es también fundamental prestar atención para no cruzar la línea que separa la denuncia del escenario que justifique un recorte de libertades.