A pie de calle

La vulnerabilidad no hace vacaciones

La preciosa imagen del verano se convierte en una utopía para muchas familias de nuestro país

Ola de calor

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Esther Gil

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El poeta Martí i Pol describió el verano como un tiempo para pasear, sentarse en la calle a hablar y ver pasear a la gente... Pero a menudo esa imagen preciosa se convierte en una utopía para muchas familias de nuestro país. Familias que ven muy limitado y condicionado ese tiempo de verano porque los recursos y la red de apoyo se marchan de vacaciones, o están bajo mínimos, o saturados, o condicionados al cumplimiento de unos requisitos que no siempre se ajustan a las necesidades y las realidades familiares. Familias que se quedan en casa porque no tienen adónde dirigirse con sus hijos e hijas, viviendo estos días en soledad y aislamiento social porque no tienen una red de apoyo que las acompañe y ayude. O porque, en otras ocasiones, están luchando para no perder la vivienda.

Resistencia y superación

No me cansaré de defender la enorme capacidad de resistencia y superación que tienen las familias en situación de vulnerabilidad; son verdaderas estrategas y diseñadoras de planes de contingencia ante las incertidumbres y los retos de los tiempos actuales. Pero en ocasiones no dan más de sí, no pueden abarcar más. Todos y todas somos conscientes del enorme impacto que ha supuesto la crisis económica crisis económica –convertida en sistémica– y los juegos malabares que han tenido que hacer las familias, cojín imprescindible para amortiguar los efectos de la crisis. El argumento, sin embargo, no debe ocultar los límites de esa resistencia. No se puede abusar del cojín familiar y hay que tener presente que las personas necesitan tiempo para recuperarse, ser cuidadas y fortalecerse.

Las entidades sociales llevamos años acompañando, asesorando, escuchando e interviniendo con las familias. A diferentes niveles y con diversos grados de intensidad, incidiendo en todos los miembros de la familia o focalizando el trabajo en uno solo. Diseñando e inventando actividades en los ámbitos determinantes para su desarrollo. A veces acompañadas por las administraciones públicasadministraciones públicas, pero a menudo también siendo pioneras. Porque la mirada de las entidades es un radar que detecta situaciones de vulnerabilidad o de exclusión social, y ese radar nos obliga a hacer visibles aquellas situaciones que pueden vulnerar derechos o condicionar el cuidado de los más pequeños y la calidad de la convivencia familiar. 

Somos conscientes de la complejidad del momento y de cómo se está tirando de un presupuesto insuficiente, poniendo tiritas ante situaciones que requieren intervenciones amplias, transversales y ajustadas en tiempos y formas. La prevención es clave en dos sentidos: como garantía de los derechos de las personas y como inversión a medio y largo plazo. Intervenir como es debido y a tiempo nos tiene que permitir, además, innovar e imaginar nuevas maneras de articular respuestas. Desplegar actuaciones que, más allá de atenuar consecuencias y paliar efectos, aborden las causas de las situaciones injustas y de riesgo de exclusión.

Todas nos merecemos un descanso y pensar en viajes, pero la vulnerabilidad no se marcha de vacaciones y a menudo este tiempo la refuerza o la agrava. Pensemos en ello, también.