Una religión

Cien años de negroni

Un cóctel es ciencia y a la vez poesía, porque mezcla el rigor de la simbiosis con el engendramiento de una realidad que antes no existía

Negroni

Negroni / EVGENY KARANDAEV

Josep Maria Fonalleras

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No sabemos el año en el que se inventó la rueda o el momento en que el ser humano aprendió a hacer fuego. Los instantes primigenios de la civilización no tienen fecha de nacimiento. No hay una conmemoración de la adámica fuga del paraíso. En cambio, sabemos cuándo nació el negroni, que es la culminación de la exigencia estética y de la habilidad de los hombres en el arte de la combinación. Un cóctel no es algo menor, un simple entretenimiento, y el negroni no es un aperitivo, es decir, una bebida que genera apetito. Un cóctel es ciencia y a la vez poesía, porque mezcla el rigor de la simbiosis con el engendramiento de una realidad que antes no existía. El negroni es una religión.

Triangulo místico

Sabemos que nació en 1919, hace cien años, en un café de Florencia llamado Casoni. Y sabemos que un noble toscano, el conde Camillo Negroni, era un asiduo a los americanos, el cóctel que se prepara con campari, vermut y soda. Y que, harto de la inconsistencia de su bebida preferida y conocedor de los brebajes ingleses, pidió a Fosco Scarcella, el barman del Casoni, que sustituyera la soda por ginebra. Así lo hizo. Emergió entonces la excelsa combinación, el triángulo místico, la pirámide precisa y equilibrada. Una parte de campari, una parte de vermut y una parte de ginebra, en un vaso bajo y ancho, un "old fashion", con hielo coriáceo y duradero, y, si se quiere, con un poco de piel de naranja. Todo mezclado sin violencia, directamente en el vaso: la ginebra esconde la amargura del bitter, activa el color, potencia el sabor y convierte el inicial rojo de tonos marrones en un líquido majestuoso y cardenalicio.

No hay lugar en el mundo, de los que yo conozco, que preparen el negroni como en el Motel Empordà. Jaume Subirós explica que cuando Josep Pla se encontró con el abad de Poblet en el Mas Pla, le ofreció una bebida. "Un vasito de agua", dijo el hierático Maur Esteva.Y Pla contestó: "No, hombre, no, padre, ahora usted y yo nos tomaremos un negroni". El abad, al terminar, lo bendijo y lo ensalzó. Y Pla contestó: "Pues no se acostumbre". Los que nos hemos acostumbrado celebramos, hoy, que hace cien años que nació.