IDEAS
Calles que no salen en el mapa
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Hace poco más de un siglo, cuando no tenía la fisonomía imponente de una avenida de Manhattan, la Via Laietana era solo una idea transformadora. Barcelona tenía que crecer, abrirse al mar, y la solución pasaba por construir una vía ancha de progreso: los coches, el metro y la vida moderna pedían paso. A buen seguro en los círculos culturales hervía el debate entre destrucción y conservación, el eterno dilema que hace avanzar las grandes ciudades. Qué se salva y qué desaparece. Todos los callejones del Gòtic, Santa Caterina o la Ribera se parecían: casas viejas y pasajes estrechos, bajos oscuros donde había herreros, panaderías, casas de huéspedes... Una parte de ese mundo iba a desaparecer, expropiado, y algunas calles dejarían de salir en el mapa: nombres como Graciamat, plaza del Oli, Fenosa...
Una muestra rescata las fotos de la Via Laietana en 1908, antes que empezara el derribo para convertirla en la avenida que es hoy
En enero de 1908, poco antes de iniciar el derribo, el Ayuntamiento de Barcelona convocó un concurso de fotografía para dejar testimonio de aquel mundo condenado. Ahora esas fotos, poco divulgadas, se exponen en la muestra 'La ciutat dels passatges', en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona. Son imágenes de un mundo doblemente desaparecido: en el espacio y en el tiempo. Su poder evocador, pues, también es raro, de una pureza casi fantasmagórica: vemos esos hombres, mujeres y niños frente a su casa, una tienda o en la escuela, y sabemos que de aquellos lugares no queda rastro físico. No queda nada.
En la exposición están las fotos originales y unas copias ampliadas digitalmente, para apreciar mejor los detalles de la vida cotidiana de aquel 1908. En los márgenes se amplían también las impurezas y manchas del paso de tiempo, que contaminan la foto. Recordando lo que dice Joan Fontcuberta en su último ensayo, 'Revelacions' (Arcàdia), es como si fueran imágenes enfermas, “que sufren” y nos muestran así su esencia más íntima.
La alternativa, entonces, nos llega desde la ficción, y quien quiera pasearse por aquellos años convulsos, justo después de la Semana Trágica, cuando se agujereaba el suelo de Barcelona para darle una nueva columna vertebral, deberá leer 'La felicitat', novela excelente de Lluís-Anton Baulenas (2001). Con el trasfondo de los escombros y la construcción de la Via Laietana, Baulenas retrató a un grupo de personajes que vivían aquella transformación de cerca, atrapados entre un mundo que se extinguía y otro que apenas empezaba a amanecer.
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