Delincuencia en Barcelona

A mí me roban lo normal

La moto que circula por la acera detrás de mí acelera y se sitúa a mi altura. El motorista suelta su mano izquierda para agarrar el bolso que yo llevo en la derecha. Grito. He de elegir: o dejarme arrastrar por la acera o acabar soltándolo

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Sílvia Cóppulo

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Lo mío es que me roben. Puedo ofrecerles un catálogo detallado. Recorro la Rambla, zapatos sin tacón por si hay que echar a correr, y el bolso abrazado como oso y madroño. Me espera cenita en la calle Bergara. Primer y segundo platos, el bolso entre mis rodillas, apretándolo. Una señora peculiar se sienta en la mesa contigua. No pide nada, pero nos habla. Mi acompañante se ausenta un momento. Me relajo. Coloco el bolso al lado de una pata de la mesa. Siento una presencia por detrás. El bolso ya no está.El bolso ya no está

El momento de máximo riesgo es el de sacar o recolocar la T-10. Se llevan el billetero sin que te des cuenta. Tres veces en lo que va de año. “Conductor, no abra las puertas. Al ladrón, al ladrón”, gritan los pasajeros del autobús. Los hombres se le echan encima. Aún tiene entre sus manos la cartera robada. Hoy estamos de enhorabuena.

La comisaría de la calle de Bolívia es mi segundo hogar. “Los que estamos tomando denuncias no podemos patrullar”, confiesa el agente.  Están sobresaturados. La turista me mira sentada en las escaleras, agotada y abatida. ¿Cómo lo toleran ustedes?

Podría continuar. Semáforo rojo, coche parado. El joven ladrón abre una puerta trasera y se lleva el bolso. Cuando después yo llame a mi número de móvil, me ofrece devolvérmelo por una módica recompensa. Le reconocí en dos fotografía distintas en comisaría. Continúa actuando en la calle de Trafalgar.

La palma se la lleva el robo motorizado. Mediodía, calle ancha, Vila Olímpica. La moto que circula por la acera detrás de mí acelera y se sitúa a mi altura. El motorista suelta su mano izquierda para agarrar el bolso que  yo llevo en la derecha. Grito. He de elegir: o dejarme arrastrar por la acera o acabar soltándolo. En urgencias me dirán que lo de los dedos no es grave. Han visto vecinas voladoras. Llevaban el bolso cruzado en el pecho y se lo han agarrado desde el hombro.

Dicen las autoridades que ahora se lo van a tomar en serio. Me ofrezco para relatarles las múltiples variedades. Pero como mujer de fe que soy, me alegro. Ya voy pensando en volverme a comprar zapatos altos de tacón.