IDEAS

La maldición del Arts Santa Mònica

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Xavier Bru de Sala

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En cualquier otra ciudad, del primer o del octavo mundo y aunque que fuera extraterrestre, un centro de arte como el Arts Santa Mònica se habría convertido en un referente imprescindible en su vida cultural. En Barcelona sucede exactamente lo contrario: si ocurre en Santa Mònica -al final de las Ramblas a mano derecha, espectacular plataforma inclinada de acceso- es como si no ocurriera. Las dos únicas veces que el Arts Santa Mónica ha despertado el apoyo periodístico y la curiosidad ciudadana fueron el año 91, cuando se exhibieron allí los vistosos guerreros de terracota de Xian, y en el 2012, cuando se presentó una memorable exposición de artistas rusos actuales.

En Barcelona, lo que ocurre en el centro del final de las Ramblas es como si no ocurriera

Por supuesto que el espacio del Arts Santa Mònica, uno de los más sugerentes de la ciudad, no es nada adecuado para albergar exposiciones de este tipo, pero si no fuera por esas dos solo sería conocido, como el también maldito mNACTEC, porque el servicio meteorológico de TV-3 tiene instalada allí una cámara. Es cierto que el Arts Santa Mónica presenta una trayectoria en zigzag poco coherente, pero este no es el problema ni el origen de la maldición.

El mal viene de tan lejos como el Consell Assessor de Cultura de Joan Rigol, que impulsó el espacio como embrión del futuro Macba. Una vez disuelto el Consell y enterrado, en la cuna, el Pacto Cultural que había engendrado, la 'conselleria' de Cultura, jamás dispuesta a competir por el podio de la modernidad, se sintió tan incómoda como un diablo con un iceberg en las manos. Por si el suplicio fuera escaso, los 'consellers' están condenados a contemplar la, para ellas y ellos, horrible y deforme criatura desde su despacho, porque no se mueve de allí delante. Algunos han pensado en reavivarla y han fracasado. Otros, en sintonía con los malos espíritus culturales convergentes, le han estrangulado el presupuesto, como ahora mismo. Pero resulta, oh desgracia, que el espacio es pétreo y a las piedras les cuesta mucho morir de inanición. Más aún si son esbeltas.