ANÁLISIS

El 'top manta' pierde encanto

La venta ambulante ilegal es una injusticia integral y los manteros, un reto social

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JORDI MERCADER

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Albert Batlle, teniente de alcalde de Prevención y Seguridad, debe prepararse para ser aplaudido como servidor público eficiente y acusado de insensibilidad humanitaria por su determinación en acabar con el top manta. Unos le estaban esperando y otros le temían. El cambio de discurso oficial respecto de la venta ilegal de productos falsificados por parte de falsos vendedores ambulantes tomó fuerza al tiempo que se pudo celebrar la junta de seguridad de Barcelona aplazada por desinterés del ‘conseller’ Miquel Buch. Las operaciones  policiales se han precipitado para satisfacción de quienes venían denunciando la pasividad por tanta ocupación ilegal del espacio público y para incomodidad de quienes confiaban en la tolerancia como actitud oficial para ir ganando tiempo y poder atacar el fenómeno en todas sus frentes.

Injusticia integral

El fenómeno es complejo. Hay una estafa al comprador, una ocupación sin permiso de la vía pública, una competencia ilegal para el comercio que paga impuestos, una explotación de personas inmigrantes convertidas en vendedores irregulares por una mafia que distribuye productos falsificados, importados o producidos en cualquier polígono industrial de la comarca. El top manta es una injusticia integral y los manteros, un reto social. La dificultad para atacar el problema global acabó por paralizar la respuesta a la expresión más espectacular del fenómeno: la invasión del centro turístico de  la ciudad por una legión de improvisados vendedores de mercancía engañosa. 

La más espectacular pero seguramente no la más escandalosa, porque esta sería la actuación en la ciudad de una red de falsificadores comerciales y explotadores de personas en situación límite. Acabar con quienes ganan el dinero con este montaje delictivo es más difícil que erradicar a los manteros de sus ejes comerciales; lo incomprensible es que durante un tiempo algunas voces han defendido la permisividad, encantados por favorecer la supervivencia de los explotados pero asegurando las ganancias de los delincuentes que mueven los hilos del negocio.

Asalto diario

Parece que se impone la idea de no esperar a la solución del conflicto (en parte social, atendiendo e integrando a los inmigrantes, en parte policial persiguiendo a los mafiosos) para frenar al asalto diario del centro de Barcelona, solo viable por una evidente dejadez de funciones de la autoridad. Ahogando el mercado de la falsificación, no se arreglarán (ni de lejos) las penurias de los explotados,  pero se evitarán los efectos colaterales sobre la imagen de abandono de la ciudad, abono de inseguridad.

El top manta no es el más grave de los factores de inseguridad que amenazan la ciudad. La violencia registrada en múltiples tumultos y en especial las cinco muertes certificadas en el mes de julio, con señales de profesionalidad criminal, refuerzan la sensación apuntada por los sondeos y se intuyen bastante más complicados de perseguir que los manteros, quienes se hacen invisibles con una simple presencia policial en sus centros comerciales.