Solidaridad

Una pareja divina

Son una pareja divina, pero su glamur no es de este mundo. Peio es sacerdote. Viqui es monja. Podríamos decir que Dios los crea y ellos se juntan. Han montado un 'hospital de campaña' en la iglesia de Santa Anna

Menores no acompañados duermen en la iglesia de Santa Anna, en Barcelona.

Menores no acompañados duermen en la iglesia de Santa Anna, en Barcelona. / Ferran Nadeu

Juli Capella

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Son una pareja divina, pero su glamur no es de este mundo. Peio es sacerdote. Viqui es monja. Podríamos decir que Dios los crea y ellos se juntan. Han montado un “hospital de campaña” en la iglesia de Santa Anna, que está apenas a treinta metros de la calle comercial más cara de España, el Portal de l’Àngel. Allí acogen emigrantes adolescentes que van buscando amparo. No preguntan, no juzgan, no les piden nada, solo les dan. Son muy raros estos cristianos, dan por la cara, y si han de poner la otra mejilla, la ponen.

Esta ocurrencia de abrir las puertas de un templo para que duerman y descansen los sin techo, se la dio su jefe, Francisco. Al parecer no hace mucho dijo que estaba muy bien que los turistas inundasen sus iglesias, convirtiéndolas en museos, pero que entonces porque no podían usarse también como hospital de campaña. Para curar cuerpo y alma de los desesperados, mientras durase “la guerra”. Dejando aparte la cura del alma –allá cada cual con su karma–, todo cuerpo necesita descansar, comer, lavarse, y sobre rodo relacionarse con otros cuerpos que tengan orejas que les escuchen y manos que los abracen.

Por eso Peio llamó al diseñador Curro, para buscar una solución para el descanso de sus refugiados. Con la ayuda desinteresada de un carpintero del Raval y unos exsintecho, ingeniaron un somier de quita y pon sobre los bancos de la capilla. Llamó a Curro porque este colabora habitualmente con la Fundació Arrels y ya había diseñado en 2010 un banco de iglesia convertible en cama. Se titulaba “Por el amor de Dios”, pero obviamente nunca se puso en producción ni lo compró ninguna parroquia. Ahora se verá que su irónica propuesta, desgraciadamente, no era tan absurda.

Con la pandilla de políticos que nos rodean, todo el día engolados y peleándose entre sí, incapaces de resolver los temas urgentes, iniciativas como ésta dan esperanza. No en la política, tampoco en la religión, sino en algunas personas buenas. Viva el buenismo, sea terrenal o este caso, celestial.