El tablero político español

Prisioneros del desencuentro

La luz que proyecta España sobre una Unión Europea recién renovada debería tener más haces de estabilidad que de enquistamiento político

ilustracion para opinión de Anna Cristeto Massaneda "Prisioneros del desencuentro"

ilustracion para opinión de Anna Cristeto Massaneda "Prisioneros del desencuentro" / ALEX R. FISCHER

Anna Cristeto

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El dilema del prisionero es un sencillo planteamiento de la teoría de juegos que explica que dos personas pueden negarse a cooperar aunque suponga un perjuicio para ambas. El ejemplo clásico es: la policía detiene a dos sospechosos pero necesita una confesión, así que los separa y les propone a cada uno delatar a su cómplice, que cumpliría una sentencia severa, a cambio de ser liberado. Pero si los dos reos tienen decidido colaborar y no traicionarse podrán salir airosos.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no han logrado ponerse de acuerdo en un juego al que solo se gana si hay pacto. Si en septiembre tampoco se alcanza una fórmula de gobierno que ambos acepten –la coalición parece sepultada—y ningún otro partido mueve ficha, el electorado deberá afrontar los cuartos comicios en cuatro años. Tan solo unas pocas horas después de perder el segundo 'round' de la investidura, el candidato socialista aseguró que no tira la toalla y que seguirá explorando opciones.

Cruce de acusaciones y relatos dispares

Quizá la perseverancia del presidente en funciones sea la única pizca de optimismo que puede destacarse de esta partida, donde no han faltado ofertas de última hora desde la tribuna de oradores y gestos contrariados. Si desde las filas socialistas se acusó a Unidas Podemos de querer un Gobierno entero y de ser inflexibles, la bancada morada lamentó la falta de respeto y la ausencia de voluntad de pacto.

El espectáculo dinamita las opciones de alumbrar un Ejecutivo de coalición, inédito en este país desde la recuperación de la democracia. Más allá del cruce de acusaciones y de relatos dispares, está por ver si tras la canícula pesarán más las carteras ministeriales de turno o el sentido de Estado al que tanto se aludió en la sesión del pasado jueves.

Llegados a este punto, Sánchez afirma que lo intentará de nuevo e Iglesias mantiene la puerta abierta, mientras que el PP parece que se mantendrá  en sus trece de cara a septiembre. Desde la seguridad del burladero solo tiene que observar el desencuentro de los 'prisioneros' y, en noviembre, a mejorar los malos resultados del 28 de abril. Así lo indican las encuestas, que no son tan halagüeñas para Cs. El partido naranja deberá explicar muy bien su estrategia al 70% de sus votantes que cree que su partido debería al menos abstenerse para impedir que la presidencia de España se apoye en los independentistas.

El PNV exige una reflexión seria y encarar la oportunidad que aún queda con una actitud responsable, como se expresó de forma parecida Gabriel Rufián, imbuido de un pragmatismo institucional atípico en él. Señaló la oportunidad histórica que para las fuerzas progresistas representaría este acuerdo e invitó a tejer complicidades. Además, alertó de que en la reválida de septiembre todo será más complicado.

La vicepresidenta Carmen Calvo apeló a todos los partidos para que trabajen y asuman su responsabilidad. Celebrar elecciones en noviembre es un ejercicio de alto riesgo porque, por un lado, el resultado pueda dejar un bloqueo similar al actual, pero también porque la luz que proyecta España sobre una Unión Europea recién renovada debería tener más haces de estabilidad que de enquistamiento político. Además, tener un presidente en funciones cuando en octubre se desate la tormenta del 'brexit' no es lo más conveniente para un país que ha ganado peso en el mapa comunitario y aspira a mantenerlo.

Más las propuestas que los individuos

Los equipos negociadores de Unidas Podemos y PSOE conocen todas las técnicas de seducción. Está claro que ninguno de ellos se ha guiado por aquella que consiste en renunciar a cuanto sea necesario para evitar el conflicto. Probablemente, al menos una de las formaciones ha mostrado una posición negociadora dura y poco proclive a modificar sus objetivos para adaptarlos a los del otro. 

El método de negociación Harvard, en cambio, propone una fórmula intermedia que se centra en el contenido de las propuestas concretas más que en los individuos. Se trata de buscar las coincidencias programáticas sin que las circunstancias personales interfieran negativamente. El método asume que no siempre será posible un acuerdo, de modo que es recomendable tener pensada la Mejor Alternativa Posible a un Acuerdo Negociado. Los dirigentes políticos deben tener en cuenta que probablemente la mejor opción no son unas nuevas elecciones y que la ciudadanía ya repartió las cartas hace tres meses.