Lucha contra la contaminación

Peaje, sí, y más medidas

Hay que apresurarse a implantar tasas para reducir la circulación de vehículos, pero también agilizar la fluidez y el confort del transporte público

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Maria Rubert

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Los criterios higienistas han guiado las propuestas urbanísticas desde el siglo XIX. Evitar el hacinamiento que facilitaba la propagación de la tuberculosis, mejorar la calidad del agua para controlar tifus o cólera, alejar las  fábricas para evitar los problemas pulmonares, fueron el detonante de la organización urbana que delineó la ciudad moderna. Actualmente sacar el coche de las ciudades y reutilizar los espacios que ha invadido es uno de los grandes retos.

Sí, hay que apresurarse a implantar tasas para reducir la circulación de vehículos. La mala calidad del aire y los efectos derivados de la alta concentración de dióxido de nitrógeno están obligando a todas las ciudades a implantar zonas de bajas emisiones (LEZ, en sus siglas en inglés). Las investigaciones confirman la gravedad de la situación. Todas las ciudades europeas están aplicando medidas. Gotemburgo, Amsterdam, Berlín, París, Lisboa y Grenoble son algunos de los casos mas estudiados. Los peajes y medidas complementarias han significado una reducción significativa en los niveles de contaminación, el espacio público ha sido incorporado a la red de espacios sociales y la distribución de mercancías se ha adaptado a la situación. Londres aplicó en el 2003 una tasa de 11,50 libras en el área central que se ha ampliado con 12,50 libras más para vehículos que no cumplan requisitos de baja emisión (ULEZ), en el área del Gran Londres de 1.600 kilómetros cuadrados (2,5 veces el área metropolitana). Madrid fue la primera ciudad en España que lo implantó, y no va a ser posible volver a la situación anterior -por mucho que decidan convertir el tema en argumento de debate político corrosivo-. El ultimátum de la reglamentación europea va a simplificar y a hacer más fácil la aplicación de medidas drásticas. 

En Barcelona el problema tiene una dificultad añadida. Las calles del Eixample son actualmente auténticas carreteras donde los coches atraviesan la ciudad a velocidades de vértigo, algo cómodo para quienes viven fuera, pero insoportable para quienes viven en el distrito central. Capítulo aparte merece el tranvía a punto de enlazarse, confío de Macià a Glòries, que está por llegar, embarrancado en discusiones absurdas.

A mi modo de ver, aplicar el peaje debería complementarse con otras medidas que agilicen la fluidez y el confort del transporte público.

-La distribución del aparcamiento puede ser disuasorio o contribuir a aumentar la circulación. Almacenar el coche ha de ser caro y complicado en el centro. París por ejemplo ha cerrado 14.000 plazas en el centro y aparcar cuesta unos 100 euros/día.

-Faltan estaciones para multiplicar las existentes sobresaturadas. Tenemos dos a la espera: Estació de França, una de las más bonitas de Europa, i Morrot, situada en un punto estratégico anejo al puerto. Su enlace permitiría restablecer el corredor litoral y contribuir al trasvase de distribución de mercancías en vehículos pesados al ferrocarril.

Solo los vehículos que paguen o aquellos imprescindibles deben circular por el centro. Menos coches es más salud... mejores ciudades y mejores paisajes.