Tiempo de aventura

El verano

El viaje lo compensa todo porque es una búsqueda agradecida, la que busca una humanidad más humana

Un hombre pasa junto a unas turistas que se hacen una foto en Niza, Francia

Un hombre pasa junto a unas turistas que se hacen una foto en Niza, Francia / periodico

Ricard Ustrell

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En verano me gusta subir en un avión e ir a lugares que no haya ido nunca. No es necesario que sean ciudades muy grandes, ni hace falta estar mucho tiempo, con un poco de sol y sombra y unos días para tener la sensación de haber cambiado de mundo, tengo más que suficiente. Persigo la idea de ir a lugares donde pueda conocer a personas que cuando sientan sufrimiento lo compartan. Como un bosque, bien confundido, muy diverso, donde todo el mundo tenga la confianza para ser como es y explicártelo, seas nuevo o viejo.

Existen estos lugares y estas personas. Son espacios con compromiso entre personas, nunca entre empresas y personas. Un campo de trigo, un limonero con un solo limón o restos de un pueblo medieval. Da igual mientras haya la curiosidad que me lleve a ello, sea gastronómica, artística o histórica. Busco. Y cada verano encuentro cosas muy interesantes. Me pierdo con músicos callejeros, pruebo platos caros, compro libros largos y visito todo lo que las guías o amigos me recomiendan.

Este viaje, que suele comenzar con retrasos del avión, es de todo lo que me pasa en verano lo que me salva del invierno. Me lleva a situaciones extremas de pasión y de sentido común. Es una melodía que desde Sant Joan me quema la vista. Es un amarillo pálido que ilumina los recuerdos de los veranos con los abuelos, un rojo de los tomates con sabor a tomate y un verde, de primeras veces, cuando ir en bicicleta solo era posible con cuatro ruedas. Esta mezcla entre expresión y introspección es la que me hace soportar con alegría el drama de pasar por un aeropuerto en verano. Un recuerdo del futuro. En definitiva, el viaje lo compensa todo porque es una búsqueda agradecida, la que busca una humanidad más humana.

El poeta persa Sa’di de Shiraz decía que somos hijos del sufrimiento y que el sufrimento somos nosotros. Los viajes de verano son para mí una forma de recordármelo apasionadamente. Lo pienso durante el viaje de vuelta, la mejor parte de cualquier aventura. Cierto, claro y breve: siempre vuelve. Es el verano.