Opinión | Editorial

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El Sónar supera su año más difícil

La amenaza de la huelga y el cambio de fechas afectaron a las cifras de asistencia al festival pero no han mermado su vigor

Ambiente de público en el Sónar de Día

Ambiente de público en el Sónar de Día / periodico

El festival Sónar cerró la que ha sido su 26ª edición con un balance agridulce. Las cifras de asistencia, 105.000 espectadores en sus tres días de celebración, a pesar de estar por debajo de los 126.000 registrados en el 2018, son motivo de satisfacción de sus organizadores y cofundadores –Sergi Caballero, Ricard Robles y Enric Palau– teniendo en cuenta las dificultades que han rodeado la edición de este año. La más grave fue la huelga de los montadores por un conflicto laboral con Fira de Barcelona, sede del festival, que salvó in extremis una sentencia judicial que desestimó la prohibición de contratar empresas externas para montar los escenarios del Sónar. En ese conflicto, del que iban a ser los grandes perjudicados, los tres directores afirmaron sentirse «muy solos» en una alusión directa a las administraciones, con el Ayuntamiento de Barcelona a la cabeza. La posibilidad de esa huelga llegó, además, en un año en el que el festival había tenido que retrasarse un mes por la coincidencia en la feria de Montjuïc con un importante certamen de maquinaria textil. Por todo ello, no es de extrañar que los organizadores aseguraran ayer orgullosos que el festival «ha salido fortalecido».

El Sónar ha mostrado, por tanto, para afrontar estos obstáculos un vigor y unos recursos que se manifiestan en la fidelidad de un público internacional. Es este un festival que pone el nombre de Barcelona en el marco global de la música más avanzada y de la sociedad digital del siglo XXI. Sus organizadores lo han vehiculado a través de una oferta que este año ha presentado, por primera vez, artistas de los cinco continentes. Una visión global que no ha apostado por grandes nombres que siempre actúan como un reclamo efectivo cara a la venta de entradas. El Sónar, al margen de su programa de actuaciones, es un festival que lleva tiempo apostando por una propuesta en la que juega un papel relevante el innovador Sonar+D, en el que el que se dan la mano la tecnología, la creatividad y el negocio.

Tiene, por lo tanto, el festival sobrados argumentos para merecer más apoyo de las administraciones, principalmente del ayuntamiento, que sí han mostrado mayor sensibilidad cuando los conflictos laborales han afectado a otros eventos de la capital catalana. La relación entre el Sónar y la ciudad, un vínculo que ya ha cumplido sus bodas de plata, debe consolidarse aún más porque Barcelona como capital cultural tiene en este festival a uno de sus grandes argumentos.