LA CLAVE

El independentismo puja a la baja

Quim Torra

Quim Torra / ACN / MARIONA PUIG

Albert Sáez

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Los politólogos explican el auge del independentismo en Catalunya como una consecuencia de la pugna entre los partidos por apoderarse de la herencia de Pujol cuando se retiró en 2003. En esta hipótesis, Convergència, ahora Junts per Catalunya, y Esquerra iniciaron una puja, alentados por el PSC de Pasqual Maragall, que derivó en un Estatut inconstitucional -dicen- que provocó una sentencia en cuya respuesta se subió la apuesta hasta llegar a la propuesta de secesión y, llegada la CUP al Parlament, hasta llegar a la unilateralidad  que acabó en el juicio del Tribunal Supremo. Seguramente, todo esto es cierto. Aunque los grandes problemas raramente tienen una única causa. En todo caso, aceptada la hipótesis, podríamos estar viviendo el fin, o como mínimo, la congelación de aquella puja. Los sectores más politizados del independentismo, que anidan en distintos partidos, hace tiempo que buscan una pista de aterrizaje. Los que lo hacen desde Esquerra han optado por sugerir a la torre de control de Madrid la posibilidad de plantear, en tiempo y forma, una solución a la canadiense, un referéndum pactado sobre una ley de claridad. Los alcaldes del PDECat son aún más pragmáticos y, como se ha visto en la Diputación de Barcelona, plantean un nuevo esquema de gobernabilidad en Catalunya, en base a considerar que los republicanos de Junqueras son unos traidores de manera que les legitima para pactar con los socialistas. Como se ha visto en el debate de Lledoners sobre la investidura de Pedro Sánchez, el principal obstáculo para este plan es el entorno de Puigdemont, y muy especialmente el president Torra. Incluso la CUP, como ha señalado la profesora Astrid Barrio, reconoce que la república no existe y que la mayoría social para impulsarla, tampoco.

Este proceso de subasta inversa, al estilo de las viejas lonjas de pescado, tiene que salvar un escollo en los próximos días y pasar una prueba de fuego en los próximos meses. El escollo es la votación de investidura de Pedro Sánchez. Si Podemos no la apoya, los independentistas lo tienen fácil con dejar pasar la pelota. Si vota a favor, el ala política del movimiento se la juega. Si cede a los legitimistas, está fuera del tablero. Y si apoya a Sánchez, se lo juega todo cuando salga la sentencia de Marchena.