ANÁLISIS

JxCat contra JxCat

Torra y los suyos contraatacan con el 'no' a Pedro Sánchez, como si la agónica JxCat pudiera ir en una dirección y al mismo tiempo en la contraria

La candidata Laura Borràs y el 'president', Quim Torra, en la reunión de Junts per Catalunya para analizar los resultados electorales del pasado 28 de abril.

La candidata Laura Borràs y el 'president', Quim Torra, en la reunión de Junts per Catalunya para analizar los resultados electorales del pasado 28 de abril. / periodico

Xavier Bru de Sala

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Hasta cuatro días atrás, el independentismo se dividía entre los irreductibles del 'no surrender' y los acomodaticios de ERCJxCat enarbolaba el banderín de la legitimidad y Esquerra el del pragmatismo. Una finalidad, dos métodos. O apocalípticos o integrados. Más allá, los 'cupaires' y la ANC clamaban contra todo lo que no fuera la desconexión inmediata. El pecado se llamaba autonomismo, y así tan merecedor de las tinieblas eternas era Quim Torra como Gabriel Rufián. No se lo creían ni ellos mismos, ya que trataban con guante de seda a los post convergentes mientras azotaban sin descanso a ERC. Bastaba algún pequeño gesto del presidente Torra, como el amago de desobediencia por la que se juega la inhabilitación, para que, en vez de huevos podridos, JxCat encajara farisaicas bocanadas de incienso blanqueador.

La línea divisoria se ha movido y se ha desdoblado. Ahora son dos. La nueva enfrenta a los posconvergentes moderados con los republicanos moderados por cuestiones de partido. Si afinásemos más detectaríamos una tercera, la clásica división entre izquierda y derecha, pero esto ya es para nota. Si sólo pretendemos aprobar, deberemos señalar que la frontera entre independentistas radicales y moderados ya no se sitúa entre ERC y JxCat sino en el interior de JxCat.

Aunque Carles Puigdemont como personaje y símbolo haya quedado reforzado, su liderazgo sobre la política independentista se ha estrellado contra las urnas. Ya que la estrategia de la tensión permanente no funciona, Artur Mas mueve los hilos, secundado por los presos ex o filo convergentes. Primer movimiento, más o menos digerible, facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Segundo movimiento, Diputación de Barcelona al PSC y no a ERC. Esto es convertirse en más moderados que los moderados y en más partidistas (del PDECat) que los partidistas de ERC. Puigdemont hace como si Poncio Pilato sintiera llover. Torra y Laura Borràs contraatacan con desesperación. Tras la purga de moderados, se huelen la defenestración de los radicales.

El revolcón de las urnas no les bastó. Torra y Borràs, que se quedaron impertérritos como si el desastre no fuera con ellos, tienen que vivir una realidad aún más insufrible. El antiguo apoyo de la calle a sus posiciones intransigentes no sólo se ha vuelto irrisorio sino que se dirige contra ellos, porque JxCat pacta con los verdugos del 155 en vez de ir de la mano con los de ERC, que no pasan de traidores. La ANC está en fuera de juego y fuera del terreno de juego, pero la coherencia le obliga a contribuir al descrédito de JxCat y favorecer así, de manera indirecta, ERC.

El terreno de los radicales se ha achicado, y mucho, pero los nuevos moderados de JxCat, han dado un giro a la desesperada. Contra Esquerra vale todo. Incluso apuñalar Puigdemont en Waterloo y con el mismo cuchillo hacerse el harakiri ante la sede de la Diputación en la Rambla Catalunya. Torra y los suyos contraatacan con el 'no' a Pedro Sánchez, como si la agónica JxCat pudiera ir en una dirección y al mismo tiempo en la contraria.