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¡Ay, ay, ay, Barcelona!

Barcelona se está transformando en un lugar inseguro y saturado de turistas chancleteros, que a su vez son quienes más sufren las consecuencias de esta escalada

Dos agentes de los Mossos se llevan en coche a un carterista detenido en el metro por hurto

Dos agentes de los Mossos se llevan en coche a un carterista detenido en el metro por hurto / ACN / ELISENDA ROSANAS

Carles Sans

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Léase la interjección ay, ay, ay como una expresión temerosa. Ay, ay, ay porque de unos años a esta parte nuestra ciudad tradicionalmente acogedora, repleta de comercios, con una oferta gastronómica excelente y unas playas envidiables, se está transformando en un lugar inseguro y saturado de turistas chancleteros, que a su vez son quienes más sufren las consecuencias de esta escalada. Trescientos hurtos cada día no es poca cosa. Es una cifra escandalosa que no desciende a pesar del clamor popular para que revierta una situación que va en aumento.

Hace unas semanas falleció de un golpe en la cabeza una alto cargo del gobierno de Corea del Sur, víctima de un tirón para robarle el bolso. A los pocos días, en un hotel de lujo del paseo de Gràcia, desvalijaban la caja fuerte de la habitación de la familia real de Qatar. Otro día me sonrojaba viendo en el programa de Alberto Chicote en La Sexta, que en un restaurante para turistas de la Rambla intentaron engañarle encargando al hotel de enfrente la paella que les había pedido a ellos, para que así Chicote no detectara la mala calidad de las paellas que allí se servían.

Para vergüenza del restaurante, Chicote les descubrió y puso en evidencia a los farsantes. Un ejemplo de cómo se toma el pelo a los turistas con comida de mala calidad y por unos precios muy por encima de lo razonable. Ay, ay, ay, Barcelona, que por ahí no vamos bien. Sucesos como estos han corrido por las redes sociales en pocas horas y se han transformado en una mala referencia para los que quieren seguir viviendo del turismo como principal fuente de ingresos. Esta ciudad puede morir de éxito por culpa de quienes tienen que actuar drásticamente contra este desorden y no lo hacen. 

En mi último artículo ya les hablé de 'Barcelona-Madrid, decadencia y  auge',  'Barcelona-Madrid, decadencia y  auge', un libro de Martí Font en el que se explica con claridad la caída de una Barcelona cada vez más debilitada y desorientada. ¡Ay, ay, ay! H

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