La presidenta de la CE

Ursula no queda para septiembre

La UE todavía conserva algo esencial: saber compaginar las batallas políticas con la capacidad de lograr consensos

ilustración de Leonard Beard

ilustración de Leonard Beard / periodico

Joan Tapia

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El pasado domingo, sobre las negociaciones de la investidura, dije que los políticos españoles demostraban una creciente impotencia para el pacto.

Hoy, al valorar la elección, por 383 votos contra 327 y con solo nueve votos más que la obligada mayoría absoluta, de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión de Bruselas, el cargo más relevante de la UE, lo primero a destacar es que la UE -pese a todas las decepciones- todavía conserva algo esencial: saber compaginar las batallas políticas con la capacidad de lograr consensos.

Elegir presidente de la Comisión no es fácil. Debe tener mayoría cualificada en el Consejo Europeo (donde están los jefes de Gobierno de los países) y luego una mayoría absoluta en el Parlamento. Y ahora es más enrevesado por la mayor fragmentación política, por el desafío de un populismo antieuropeo, que por fortuna no tuvo un buen resultado electoral, y por la aparición de serias divisiones entre los países del Norte (incluida Alemania), los del Sur y los del Este, que vienen del comunismo y están atraídos por el iliberalismo. Y sabiendo que no hay Europa sin el eje franco-alemán pero que 28 países no pueden someterse a dos.

El sistema del 2014, que el presidente de la Comisión sea el líder del partido más votado, no ha funcionado. Porque el primer partido, el PPE, ha perdido escaños y su líder, Manfred Weber, se ha encontrado con la seria oposición de socialistas, liberales, verdes… Pero tampoco Timmermans, el candidato socialista, conseguía -pese al apoyo de Merkel- el consenso por la oposición de la derecha del PPE, de los populistas y de Polonia y Hungría, miembros de la UE pero con derivas inquietantes. Era un sudoku más endiablado que la financiación autonómica que quitaba el sueño a Pedro Solbes.

El Consejo Europeo no encontró otra solución que relegar a los candidatos de los partidos y encontrar una figura de consenso en Ursula von der Leyen, una alemana próxima a Merkel que fue sugerida por Macron, el liberal mas influyente en la UE, y aceptada por Pedro Sánchez (Borrell mediante) y buena parte de los socialistas. No por el SPD, que ha dado una patada a Merkel, a la que no pueden derribar, en el culo de Ursula.

Había riesgos porque el Consejo rompió el principio de nombrar al líder de uno de los partidos y el clima parlamentario era de gran recelo. Además, Leyen -aguantar en Alemania cinco años en Defensa es complicado- no tenía gran perfil europeo.

Pero en pocos días ha reunido una mayoría muy justa y algo inconexa. La han votado muchos populares, no los más conservadores, la mayoría de liberales, bastantes socialistas y algunos polacos o italianos. 383 diputados cuando los tres grupos más europeos tienen 444.

Ahora le toca articular una mayoría operativa con esos tres grupos (¿más los verdes?) que haga avanzar a Europa. En esto ha sido clara: “Solo tengo un principio, unir a Europa. Quien lo quiera me tendrá de aliada, quien quiera rebajar sus valores se topará conmigo”.

Todo opinable. Lo indiscutible es que Ursula no esperará a septiembre.