INVESTIDURA

Ni tan bien, Pedro

Pedro Sánchez en el Congreso

Pedro Sánchez en el Congreso / periodico

Gemma Ubasart

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Pedro Sánchez dio por rotas las negociaciones con Pablo Iglesias esta semana. La consulta que Podemos lanzó a sus bases fue una buena excusa. Sin entrar en la valoración de la adecuación de una votación con un acuerdo sin cerrar, parece como mínimo extraño que quien decida no hablar más sea precisamente el presidenciable, el que necesita los votos de los otros para prosperar. El tema ya no es tanto el debate sobre el programa de gobierno o la composición del Ejecutivo. En el cuartel general socialista se ha instalado la idea de que es necesario dar el brazo a torcer a los morados(y sobre todo a Pablo Iglesias). Juguetean con el pensamiento de que si no lo consiguen (difícil) el mal menor es ir a elecciones. Quizás se me escapa algo, pero hablando claro: creo que esta vez los asesores cortoplacistas que rodean al presidente se han pasado de frenada.

Una repetición electoral a día de hoy es jugar a la ruleta rusa. La credibilidad de los políticos y la clase política está bastante tocada (según el CIS) y el abstencionismo suele perjudicar más a la izquierda que a la derecha. Es lógico pensar que después del culebrón de estos meses, parte del electorado progresista se quede en casa. El 'que viene el lobo' (Vox) ya no va a servir en esta ocasión. Además, podría entrar en juego la nueva formación de Iñigo Errejón. En Ferraz creen que esta operación puede dejar fuera de juego a Iglesias. Pero lo más probable que pase es que deje fuera de juego a la izquierda y al propio presidente. La derecha se presentó dividida el 28-A y perdió. El 10-N podría bien ser que la fragmentación cambiara de bando.

Ahora bien, haciendo un ejercicio de proyección y situándonos en el escenario hipotético que manejan los estrategas de Sánchez (que se repitan elecciones y el PSOE recupere espacio), la gestión del día después queda muy tocada. A nivel interno: no se volverá al añorado bipartidismo por mucho que se repitan elecciones, se va a tener que continuar pactando. Pero se habrán roto confianzas y puentes necesarias para afrontar los grandes retos que tiene que afrontar el país. Y a nivel externo: el papel de Sánchez en el escenario europeo se habrá debilitado. Se reducirá el margen de credibilidad del presidente español el haber mantenido la cuarta economía de la región en la incertidumbre durante un año (al que debemos sumar casi otro año de provisionalidad después de que triunfara la moción de censura).

Por último, los liderazgos. A Iglesias le puede doler y enfadar el desencuentro, pero personalmente pierde poco en esta partida. Siempre ha entendido su paso por la política profesional como un periodo limitado en el tiempo; y los actores políticos (un partido político en esta ocasión) los ha concebido como un medio instrumental para la transformación y no un fin en sí mismo (cuando un dispositivo se agota, puede surgir otro). Pero si a Sánchez le sale mal la partida, se le terminó la historia. Quizá debería cuidarse un poco más del círculo de consejeros mercenarios, que hoy juegan con uno y después con el contrario. La frivolidad y los fuegos de artificio sirven en política solo a ratos. Cuando se exagera, se puede echar todo a perder.