Ciao, Salvo!

Resulta desconcertante que Andrea Camilleri nos haya dejado en pleno mes de julio, cuando para muchos sus novelas son lo más parecido a unas vacaciones de verano. Una escapada a la costa, una desconexión de la urgencia del día a día para comer un buen plato de pasta de su asistenta Adelina o escaparse de paseo por el puerto.

Andrea Camilleri deja tras de sí uno de los legados más relevantes de la novela negra mediterránea

Los libros de Salvo Montalbano han supuesto año tras año un golpe de aire fresco dentro de las mesas de novedades negrocriminales. Entre tanto asesino en serie y criminal despiadado, este comisario de la ficticia Vigata se ha enfrentado a crímenes mucho más cotidianos. La clave de su éxito ha residido siempre en su maestría a la hora de construir diálogos y saber dotar a cada uno de sus personajes de una voz única y diferenciada. Su pasado como guionista y dramaturgo ha tenido un gran peso en su narrativa, y ha dominado como pocos el complicado arte del coloquio. Es casi imposible encontrar una página entera en su obra sin una sola línea de conversación, algo que otorga a sus textos una fluidez y una velocidad lectora que consigue que sus ejemplares se devoren en tan solo una tarde.

Nunca ocultó su deuda con Manuel Vázquez Montalbán y su forma de afrontar el género con carácter mediterráneo, rasgo que ha compartido con escritores como Petros Márkaris o Jean-Claude Izzo. El gusto por la buena comida y el espacio que ocupan el tiempo de ocio y reflexión para resolver los casos son marca de la casa. Y algo fundamental en toda su producción: un comprometido sentimiento político de izquierdas en el que la denuncia de la corrupción, la crisis económica, la violencia machista y la presencia en exceso cotidiana de la Mafia planean como telón de fondo a lo largo de su corpus. Todo ello agitado y presentado con un sobresaliente sentido del humor para conseguir aquello que todos los autores desean: fieles hordas de lectores que ansían una nueva dosis de tu trabajo.