El peor director del mundo

Quien comparta mi pasión por estos adorables inútiles hará bien en ver el documental '¡Que os den a todos!', de Uwe Boll

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Ramón de España

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Me gustan mucho los documentales sobre artistas ineptos, gente a la que Dios no llamó por ese camino, pero que se empeña en transitarlo porque tienen una opinión de sí mismos que nadie comparte. Hay en ellos algo enternecedor que resulta admirable. El pobre Ed Wood fue considerado durante años el cineasta más malo de todos los tiempos, pero cuando Tim Burton rodó su biografía cinematográfica y nos propulsamos (algunos) sobre sus películas, comprobamos que había en ellas una comicidad involuntaria que las hacía muy disfrutables.

Desde que el señor Wood salió de la lista negra, los críticos chinchosos se pasan la vida buscando a quien le sustituya, y lo han encontrado en la figura del inefable cineasta alemán Uwe Boll (Wermerlskichen, 1965), al que muchos consideran el peor director del cine mundial. Quien comparta mi pasión por estos adorables inútiles hará bien en ver el documental de Movistar '¡Que os den a todos!', en el que el señor Boll nos deleita con su 'weltenschaung' y la elevada opinión que tiene de sí mismo. Entre otras cosas, el hombre dice que hay gente que lo hace mucho peor que él y que, además, es muy bueno recaudando dinero para sus cosas, como demuestra el hecho de que haya conseguido rodar más de treinta largometrajes, todos ellos lamentables.

Retados a boxear

Uwe Boll es un bocazas colosal, lo que tampoco ha contribuido a que se le tenga simpatía en Hollywood. Ha insultado a Dios y a su madre, se ha ciscado en esa industria que nunca le dejó entrar y no ha desaprovechado ninguna ocasión de empeorar las cosas, como cuando retó a un combate de boxeo a unos cuantos críticos que lo ponían de vuelta y media y los dejó hechos fosfatina (sin avisar previamente de que llevaba años boxeando en privado). El personaje, créanme, no tiene desperdicio.

Eso sí, yo no creo que merezca el galardón de peor director del mundo. Sobre todo, existiendo el hawaiano Albert Pyun, hombre de una torpeza inverosímil del que vi hace años una adaptación de las aventuras del Capitán América que daba mucha pena y otra con Christopher Lambert (no hace falta añadir nada más). Yo diría que los críticos la tomaron con él porque es de traca y en cuanto habla, la lía. Pero el tipo es incombustible: retirado del cine desde el hundimiento de los videoclubs, que eran su hábitat natural, ahora regenta un restaurante en Vancouver llamado Bauhaus. Y parece que se come bien.