50º ANIVERSARIO DE LA GRAN HAZAÑA ESPACIAL

Una herramienta de la guerra fría

No cabe duda de que la llegada a la Luna de Armstrong y Aldrin fue consecuencia de la carrera armamentista

La huella y la bota del astronauta Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna, en julio de 1969

La huella y la bota del astronauta Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna, en julio de 1969 / periodico

Albert Garrido

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El objetivo fijado por el presidente John F. Kennedy el 12 de septiembre de 1962 en la Universidad de Rice, enviar un hombre a la Luna antes de que terminara la década, tuvo mucho que ver con la primacía soviética durante los primeros años de la carrera espacial, la militarización del espacio que perseguían las dos superpotencias y el pragmatismo del vicepresidente Lyndon B. Johnson, que en una nota enviada a Kennedy al inicio de su mandato escribió: "A ojos del mundo, el primero en el espacio significa el primero, punto. El segundo en el espacio significa el segundo en todo". La guerra fría fue la que sostuvo la competición para lograr la hegemonía estratégica y fue la que hizo posible la epopeya del 'Apolo 11', una herramienta de tres usos: tecnológico, militar y propagandístico.

Desde que la Unión Soviética puso en órbita el satélite 'Sputnik 1' (4 de octubre de 1957) cambiaron a un tiempo la universalización de las comunicaciones, los sistemas de inteligencia y de espionaje y las amenazas desde el espacio exterior. El desarrollo de los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) aumentó la vulnerabilidad de los blancos situados a ambos lados de la divisoria entre el Este y el Oeste. En este ambiente, no cabe más que concluir que la llegada a la Luna de Neil Armstrong Buzz Aldrin fue consecuencia de la carrera armamentista, hija de la guerra fría. No había alternativa o refugio para guarecerse de ella; la consagración del reparto del mundo en áreas de influencia cegó todas las vías de escape para sustraerse a tal lógica: todo procedía o remitía a la guerra fría.

Territorio en disputa

Si en el momento de la gesta prevalecieron el heroísmo de los pioneros, las frases solemnes –"Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad" (Armstrong)– y la fotografía con la huella de Aldrin en la superficie de la Luna, en los años siguiente se puso de manifiesto que el espacio era un territorio en disputa, un lugar en el que también se dilucidaba la supremacía militar y el equilibrio del terror, la capacidad probada de ambas partes de arrasar a su adversario mediante el recurso a los arsenales nucleares, en permanente modernización y crecimiento.

La propuesta que Henry Kissinger hace en 'Orden mundial', su último libro, de revisar el concepto clásico de equilibrio de poder se remite a la experiencia de la guerra fría y a las debilidades del sistema que la siguió. La razón es que han saltado por los aires todas las predicciones de mayor estabilidad y seguridad hechas después del hundimiento de la Unión Soviética. El mundo del 'Apolo 11', lleno de riesgos, disponía de un mecanismo cautelar arriesgado, pero bastante eficaz que se ha esfumado, surgido de la alocada carrera hacia el desastre que fue la crisis de los misiles (octubre de 1962). Andréi Gromyko, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS durante décadas, predijo en 1985 lo que ahora sucede en una entrevista publicada por el semanario 'Time': "El mundo puede acabar bajo una espada de Damocles, en una cuerda floja sobre el abismo".