Dos miradas
Momento Federer
La elegancia delicada en unos días donde los fundamentos son la pétrea energía, el coraje y la velocidad. El tempo de Federer es de porcelana
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Josep Maria Fonalleras
A estas alturas, todavía no sé cómo fue posible que Federer perdiera la final de Wimbledon. Pero la perdió, en un partido que todas las crónicas dicen que pasará a la historia y que será recordado por las generaciones actuales y las futuras. "Todos querrán recordarlo", declaró el suizo al final del encuentro, "salvo, yo, que intentaré olvidarlo cuanto antes, aunque un día quizás volveré y pensaré que no ha estado tan mal, al fin y al cabo". Es el Federer que describe David Foster Wallace en uno de los artículos que recoge la edición de Periscopi: 'He bailado (brevemente) la conga'. Habla del 'Momento Federer', aquel "coño de experiencia casi religiosa" que nos aporta la visión del juego del hombre que practica un "estoicismo a la antigua".
Leo el texto delicioso de Foster Wallace justo cuando termina el partido: "la sutileza, el toque y la finura no han muerto en la era del juego de potencia desde el fondo". Es el momento apropiado para darse cuenta de la grandeza del tenista, digno en la derrota, humilde en la victoria. La elegancia delicada en unos días donde los fundamentos son la pétrea energía, el coraje y la velocidad. El tempo de Federer es de porcelana. Aunque pierda.
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