La crueldad de la moderación

La interesante entrevista de Núria Marrón con la socióloga Leticia Sabsay produce un profundo desasosiego. Apunta la académica a la idea de la estética de la crueldad. La violencia ejercida sobre los cuerpos que el sistema concluye que ‘valen menos’ es cada vez más visible. El pequeño Aylan varado en una playa, el padre y su bebé en el río Bravo... Los vemos y generan lo que Sabsay define como “una especie de goce, de fascinación y, a la vez, de anestesia”. Normalizamos la crueldad sobre los que consideramos inferiores, sobre ‘los otros’, a la vez que nos refugiamos en el ‘nosotros’. “Hay que buscar formas de radicalizar la democracia en un sentido más popular”, propone Sabsay y recuerda las manifestaciones feministas masivas.

Radical. Así es tachado despectivamente el feminismo que se niega a dejar a nadie atrás, que entiende que su lucha son muchas luchas, también las de los migrantes, los explotados, los olvidados... Frente a esa supuesta radicalidad se exhorta a la moderación. Es decir, a seguir con las rodillas hincadas en el suelo del sistema. Ahí, donde descansan los cadáveres de los que no interesan.